La marcha cuando pasaba por el centro de Quito, en la tarde. Miles de indígenas y organizaciones sociales marcharon desde la Caja del Seguro, en Quito. Pavel Calahorrano / EL COMERCIO
Los enfrentamientos entre manifestantes y policías, la tarde y noche del jueves pasado, causaron estragos en el movimiento indígena. Ayer por la mañana, en el parque de El Arbolito, no hubo la misma algarabía que se sintió cuando llegaron a Quito, desde Zamora Chinchipe, la noche del 12 de agosto.
Los cantos y la música se apagaron. La mayoría de la gente se quedó en sus carpas descansando o durmiendo. Incluso, el desayuno se sirvió más tarde de lo usual. Estaban agotados por la jornada, pero también dolidos por los dirigentes que fueron detenidos y golpeados.
Uno de ellos fue Salvador Quishpe, prefecto de Zamora Chinchipe, quien ayer nuevamente se colocó a la cabeza de la marcha que fue convocada en el segundo día de paro.
El colectivo Yasunidos le regaló un nuevo tambor. El que trajo a Quito se perdió en medio de los enfrentamiento con personal de la Policía.
Antes de salir hacia el Seguro Social, en la avenida 10 de Agosto, los indígenas organizaron un ritual de purificación para atraer las energías positivas a los participantes.
Sirvió de aliciente, especialmente para las personas que aún estaban adoloridas, como Medardo Chingolema, de la provincia de Bolívar.
Él sufrió quemaduras de segundo grado en su pierna derecha durante las manifestaciones. Un objeto incandescente, que no logró identificar en el tumulto, lo alcanzó.
A la movilización de ayer se sumaron trabajadores, quiteños, jubilados y adquirió forma conforme avanzaba hacia el centro de Quito.
El objetivo era llegar a la plaza de Santo Domingo, que se ha convertido en el punto de referencia de la protesta.
El vicepresidente Jorge Glas saludó con sus simpatizantes. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
En la Plaza Grande, los simpatizantes del Gobierno se mantuvieron en vigilia. El vicepresidente de la República, Jorge Glas lideró el encuentro. Él saludó con las personas y les dirigió unas palabras. “Estaremos vigilantes en paz por esta democracia y por ese respaldo gigante al Presidente”. Los únicos que dejaron de trabajar -agregó- fueron los manifestantes y las “autoridades locales que tienen abandonadas a sus provincias”.
Un cerco de policías rodeó las inmediaciones para evitar que ambos bandos se encuentren. Los indígenas tampoco querían que se repitieran los hechos de violencia del 13 de agosto. Según ellos hubo gente infiltrada que provocó a la fuerza pública y quería que la movilización fracasara.
“Nos hemos organizado para observar y vigilar todo y ahora sí poder tomar el control”, comentó Quishpe. Dos personas que fueron identificadas como ajenas a la protesta fueron expulsadas de la misma.
“Esperamos que el Gobierno también vaya recapacitando y que todos ojalá vayan contribuyendo para que salgamos de esta crisis que está viviendo ahora el Ecuador”.
Luego de la Plaza de Santo Domingo, la movilización retornó por la calle Flores. Pasaron cerca del Ministerio de Turismo, la Asamblea Nacional, la Corte Constitucional hasta volver a su centro de operaciones: el parque El Arbolito, en el centro norte.
Jorge Herrera, presidente de la Conaie, anunció que las medidas de hecho seguirán tanto en Quito como en el resto del país. El paro es indefinido hasta que el Gobierno cumpla con los pedidos de los movimientos indígenas y sociales como el archivo del proyecto de enmiendas constitucionales y la liberación de las personas detenidas. Incluso trascendió que se hizo una convocatoria para que los indígenas de provincias, especialmente las amazónicas, lleguen a la capital.
En contexto
El parque El Arbolito se ha adaptado para ser un sitio de convivencia. Hay médicos atendiendo a los manifestantes, espacios para pernoctar, equipos de seguridad interna y áreas para cocinar. Hoy se delinea ahí, la estrategia de protesta futura.