La lección que dejó el temblor

Pánico. Esa fue la primera reacción que tuvo la mayoría de quiteños al sentir el fuerte movimiento, provocado por el temblor de 5.1 grados que se presentó la tarde del martes 12 de agosto.

Esa reacción evidenció que no estamos preparados para enfrentar estos fenómenos. No sabemos cómo actuar, perdemos la calma y salimos corriendo descontrolados.

¿Quién de nosotros sabe cuál es el primer paso que debemos dar ante un temblor de la magnitud del martes? ¿Qué debemos hacer antes de salir de la vivienda o del sitio donde nos sorprenda un sismo? ¿Tenemos hecha nuestra maleta con lo indispensable: agua, comida enlatada o no perecible, iluminación (velas, o una linterna con pilas, porque la del teléfono se puede agotar sino hay energía)?

La mayoría no lo sabe o no recuerda lo que alguna vez aprendió en los pocos simulacros que se practican. Muchos ni siquiera conocemos la ruta de evacuación de la casa o la oficina y tampoco los lugares cercanos y seguros para refugiarse.

Preocupa y alarma, porque Quito y el país están asentados sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico; eso significa que Ecuador está expuesto a una intensa actividad sísmica y volcánica. Lo sucedido el martes nos dio una lección: no tenemos una cultura preventiva de ningún tipo. En la coyuntura hacemos conciencia de que debemos educarnos en esta materia, pero pasa el susto y nos olvidamos. Así ocurrió cuando se reactivó el Guagua Pichincha y luego cuando el volcán Reventador lanzó su ceniza sobre Quito.

¿Del aprendizaje de ese entonces qué aplicamos el martes? Cada uno que dé sus propias respuestas.

Tener una educación preventiva depende de cada uno de nosotros, pero también de las autoridades, quienes no han articulado un plan de prevención local ni nacional. Hay iniciativas aisladas y buenas que se pueden replicar. Por ejemplo, los habitantes de Baños y las zonas aledañas al volcán Tungurahua llevan casi 15 años en esta tarea.

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