Tres giros congestionados en Carapungo, en el norte de Quito

El complejo vial Carapungo, en el norte, está conformado por dos pasos deprimidos, un redondel a nivel  y un paso elevado. Este último es el que mayor fluidez vehicular genera. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

El complejo vial Carapungo, en el norte, está conformado por dos pasos deprimidos, un redondel a nivel y un paso elevado. Este último es el que mayor fluidez vehicular genera. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

El complejo vial Carapungo, en el norte, está conformado por dos pasos deprimidos, un redondel a nivel y un paso elevado. Este último es el que mayor fluidez vehicular genera. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Regresó. No en la magnitud con la que atormentó por más de ocho años a los moradores de Calderón y a quienes deseaban salir de Quito por la Panamericana Norte, pero nuevamente se hizo presente.

Desde febrero, luego de la apertura de la extensión de la Simón Bolívar, que nace en el intercambiador de Carapungo y llega hasta la Mitad del Mundo, la congestión, otra vez, forma parte del paisaje.

En hora pico hay tres giros complicados de realizar en ese complejo vial, cuya construcción costó USD 20,4 millones.

En ese lugar se viven dos realidades distintas y opuestas. A las 07:35 del jueves, cruzar el intercambiador desde Carcelén hacia Calderón tomó solo un minuto, sin congestión ni trancones.

A esa misma hora, en los carriles que bordean el redondel, la realidad es otra: autos que pitan, caras largas y vehículos que intentan a la fuerza ganar un lugar más adelante.

El principal problema se genera en el paso a desnivel que une la Panamericana Norte con la calle Luis Vaccari, sentido Carcelén-Carapungo.

Un semáforo, a unos 300 metros del ducto, hace que los vehículos se embotellen y la fila se extienda hasta el punto donde nace la extensión de la Simón Bolívar.

El segundo giro conflictivo se da para los autos que circulan por la Simón y desean ir hacia Calderón. La hora más conflictiva para ellos es desde las 18:00 hasta las 20:00, cuando se juntan hasta 400 vehículos intentado cruzar el intercambiador. Algunos optan por tomar el desvío por detrás del establecimiento comercial de la esquina, pero aun así tardan hasta 10 minutos en hacerlo.

El tercer giro complicado se da para quienes bajan desde Carcelén y desean tomar la extensión de la Simón.

Una de las razones por las cuales el intercambiador se volvió conflictivo en ciertos puntos y en hora pico es la cantidad de usuarios: Calderón tiene la tasa de crecimiento poblacional más alta de todo el Distrito: 5,5%.

Junto con Quitumbe y Cumbayá encabeza la lista de las zonas más buscadas para vivir. Pasó de 36 297 habitantes en 1999 a más de 250 000 el 2018.

Narcisa Quijos compró su casa en Calderón hace cinco años, porque los precios eran más bajos que en otros sectores, como en San Antonio.

Es moradora de La Esperanza y trabaja como empleada doméstica en una vivienda ubicada en Miraflores. Pasa tres horas al día viajando. “Antes eran cuatro y media”, dice consolándose.

Cuenta que antes de la construcción del intercambiador, solo en cruzar el sector de la intersección de la Simón Bolívar con la Panamericana Norte le tomaba más de 45 minutos. Debía salir de su casa antes de que amaneciera, para llegar a su trabajo a las 08:00.

Hoy cruzar el intercambiador, cuando regresa a su casa a las 17:45, le toma 10 minutos, pero antes de la apertura de la extensión de la Simón Bolívar le tomaba tres minutos; sin embargo, no se queja.

Sea como sea -dice- la construcción mejoró el problema.

El incremento de la congestión, pese a no ser caótico, es evidente. María Arias atiende un local de venta de fritada a la entrada de Carapungo y cuenta que hay días en que el tráfico que se forma desde la calle Luis Vaccari alcanza alrededor de 600 metros.

No solo es la cantidad de gente que vive en esa zona lo que complica la movilidad, sino sus destinos diarios. Según Diego Hurtado, experto en movilidad, Quito crece de manera desmedida y la gente vive en lugares muy lejanos a sus sitios de trabajo.

Quienes viven en barrios como Marianitas, Bellavista, Bonanza… trabajan en el hipercentro de Quito. Cada día, desde Calderón se realizan
82 570 viajes en buses y 42 672 en autos particulares.

Desde la apertura de la extensión de la Simón Bolívar, el número de autos que cruzan ese trayecto aumentó en cerca de 3 000 cada día.

Según la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas, periódicamente se realiza un monitoreo en los alrededores del intercambiador y no se ha registrado un aumento significativo en el tránsito vehicular.

Según los primeros reportes, la gente está usando esa vía sobre todo para salir hacia el noroccidente de la ciudad, a sectores como Calacalí, Nanegalito, Mindo y Puerto Quito. Pero no se ha registrado que el intercambiador esté colapsado.

Carlos Páez, exsecretario de movilidad y actual concejal, asegura que tanto a nivel internacional como regional se ha estudiado el tema de las vías de acceso a las grandes ciudades.

En esos estudios se determinó que la ampliación de la capacidad vial, si no viene acompañada de procesos de mejoramiento del transporte colectivo, produce un efecto conocido como demanda inducida.

La gente piensa que va a ir mas rápido -agrega- y utiliza esa vía. Para Páez, justamente por eso, como parte de la planificación de la ciudad, se pensó en el desarrollo del corredor exclusivo entre Carapungo y el Labrador (la extensión del Trolebús) que permitiría a la población de barrios de la zona usar alimentadores y conectarse al sistema troncal.

Es fundamental -dice- que se retome ese proyecto, antes de que empiece a operar el Metro.

Su propuesta es que de los USD 134 millones que el Municipio va a recibir este año de un crédito, se utilice una parte para dar vida a dicho corredor.

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