Detrás de la parada del Trolebús, en el IESS, en la av. 10 de Agosto y Bogotá, esta escena es común. Foto: EL COMERCIO
En un tramo de la avenida 10 de Agosto, entre las calles Santiago y Bogotá, se observa variedad de ofertas colocadas sobre la acera. Alrededor de las 10:00 de hoy, miércoles 20 de enero, no es fácil caminar por la zona. Los peatones se amontonan, uno tras otro, para poder avanzar. Algunos de ellos son jubilados y usuarios de la matriz del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), que está en el lugar.
Los gritos de los vendedores son constantes y se confunden entre uno y otro. En ese tramo se pueden encontrar desde lentes para la lectura (a USD 5) hasta cremas para las reumas (la cajita cuesta USD 2).
Lo que más se encuentra son prendas de vestir (desde USD 2 hasta los 10). Incluso en la esquina de la 10 de Agosto y Santiago se ubican dos puestos de venta de ropa usada. Hay mercadería ubicada en sus respectivas fundas transparentes, que cuesta desde USD 1. Los clientes se arremolinan alrededor de los puestos improvisados; los vendedores alertan que todo “está en buen estado y si van a compran no pueden abrir la funda y ver el producto”.
Más al sur, a la altura del Pasaje Caracas, las ventas informales aumentan. Se ofertan, incluso, aguacates guatemaltecos y mandarinas de Ambato, “las bien olorosas”, grita la vendedora para promocionar las frutas.
Junto a ella, un hombre ofrece chompas y bufandas; frente a ellos, un joven con cremas de baba de caracol.
Ya en el ingreso a la Caja del Seguro, en la salida del andén de la estación del Trole, unos cinco jóvenes llevan entre sus manos pequeños carteles que muestran ofertas para sacar copias o hacer trámites para el mecanizado del IESS o para sacar los fondos de reserva. Y junto a ellos más promociones de prendas de vestir y zapatos de taco magnolia.
Al filo de la vereda se puede encontrar ropa y también comida, hay variedad de ofertas. Foto: EL COMERCIO
Toda esta avalancha de comerciantes es vista con preocupación por los comerciantes formales del Pasaje Caracas. Jaime Perez, expresidente del sitio y dueño del puesto 3, relató a EL COMERCIO: “Ya no sabemos qué hacer ante esta competencia desleal, los policías metropolitanos llegan, pero no están siempre y no vendemos casi nada; nos estamos yendo a la quiebra”.
Recuerda que también fue vendedor informal, pero para tener una mejor calidad de vida se regularizó; “es necesario organizarse y poner las cosas en orden”, dice.
En diciembre presentaron un oficio al Municipio para que haya un control permanente de los municipales, “no solo cuando se les llama la atención”, comenta Fidel Lluquilema, vicepresidente del Pasaje Caracas.
Y mientras estos dirigentes conversan, más comerciantes informales aparecen y cubren todo el tramo que conecta a la Caja del Seguro. Y los clientes no les faltan… En su mayoría son los jubilados que salen de hacer algún trámite.
Ignacio Sierra, de 68 años, compra una funda de aguacates. Le cuesta USD 1 y confiesa que “de pasito voy comprando el acompañado del arroz”. Comenta que en su barrio (Villa Flora) cada unidad cuesta USD 0,50 y a veces la tienda esta cerrada, así que mejor “lo voy comprando en la calle y me evito tanto trámite”.
Juan Zapata, secretario de Seguridad del Distrito, está a cargo de coordinar las acciones para el control de la venta informal. Consultado por EL COMERCIO sobre la ocupación de aceras en esta zona de la av. 10 de Agosto, aseguró que cuentan con personal fijo (policías metropolitanos) controlando esa zona.
Inclusive señaló que disponen de un plan integral de operación en todo el Distrito. “Con la crisis económica, nos ha aumentado una barbaridad (la venta informal). Hay que redoblar esfuerzos, no vamos a permitir que se tomen el espacio público. Tenemos equipos móviles para responder”. También indicó que cuando van a un sector de la ciudad, los comerciantes migran hacia otro, por lo que el control es complejo.