Ayer, en la calle Balzar González, Medicina Legal levantó los cuerpos de las víctimas. Criminalística halló dos casquillos. Foto: EL COMERCIO
Desde los balcones, los vecinos miraron una a una las escenas de la pareja: la discusión, los reclamos y las detonaciones. Ella recibió un tiro en la cabeza. Él se disparó en la sien.
Los cuerpos permanecieron unos 40 minutos sobre la acera de la Balzar González, una calle del barrio El Camal, zona periférica del sur de Quito.
En la escena los uniformados localizaron un arma Glock de 9 milímetros, una pistola semiautomática que utiliza la Policía Nacional. De ahí que se investiga si Luis N. (24 años) era agente de esa institución.
La discusión con su pareja, Karina M., dos años menor a él, se originó poco antes del mediodía. Los vecinos que a esa hora caminaban por las calles aledañas calculan que la pelea duró al menos 10 minutos.
Tras los reclamos vinieron los disparos. Las dos detonaciones silenciaron la Balzar González. Testigos advierten que la joven se negaba a seguir con él. Quería separarse, pese a que la pareja tenía un hijo en común de solo cuatro años.
En la capital, el 69% de los femicidios son perpetrados por esposos, novios o enamorados, según un informe del Observatorio Metropolitano de Seguridad (OMSC). La mayoría de las víctimas son atacadas con armas blancas o estranguladas.
En los últimos 15 días, otros dos casos similares han llegado a las oficinas de la Dinased, la unidad de la Policía especializada en investigar crímenes.
El primero está en indagación previa y pocos detalles han salido a la luz. Ocurrió el 24 de octubre en Conocoto. Los agentes hallaron a una pareja con heridas de arma blanca. Ella sobrevivió al ataque, pero él falleció. Tenían dos hijos en común.
La primera hipótesis que manejan los policías es que el hombre aparentemente atacó a su esposa y luego se suicidó.
El segundo caso trascendió el domingo. Ese día, los investigadores de la Dinased llegaron a una casa en Sangolquí y excavaron una parte del subsuelo. Hallaron dos cadáveres enterrados: el de una mujer de 28 años y el de su hijo de 9 meses.
El sospechoso, detenido un día antes, detalló a la Policía la zona exacta donde estaban sepultadas las víctimas desde el 2010.
Todo apunta que el detenido tuvo una relación con la mujer y la enterró junto a su hijo cuando trabajaba en la construcción de esa vivienda.
Carlos Alulema, jefe de la Dinased, habló incluso de un “comportamiento patológico” del sospechoso, pues se lo señala como un “homicida en serie”. Hay al menos otros dos casos de crímenes de mujeres que se atribuyen a él.
El primero registrado en 2010 en Quito, y otro un año después en Ambato. Las dos víctimas fueron localizadas en edificaciones aún en construcción.
En esos hechos, el detenido, quien entró en la lista de los Más Buscados, aparentemente asfixió a las mujeres.
En la ciudad, los crímenes por situaciones de convivencia (riñas, violencia familiar o en relaciones de pareja) ocupan el primer lugar de todos los homicidios. Luego vienen las muertes por la criminalidad (asaltos, venganza, delitos sexuales).
En el informe del OMSC se revela que detrás de los crímenes entre parejas hay situaciones de celos, negación a la separación, infidelidad, oposición de la mujer a mantener relaciones sexuales…
Todavía no se ha determinado la causa de la muerte de Karina M. Ayer, en la calle Balzar González, Marco Villegas, comandante del Distrito Eloy Alfaro, comentaba que el caso aparentemente se trataría de un “aspecto sentimental”.
Entre la multitud que se agrupó alrededor de la escena del crimen había una joven de 18 años. Ella conocía a la víctima.
Vive en una casa contigua y muchas veces miraba a Luis N. cuando la visitaba. No recuerda haber escuchado discusiones anteriores. Ayer todo fue distinto. A lo lejos vio cómo el hombre la disparó de frente.
Tras la detonación Luis entró en shock. “No sabía qué hacer. Se iba para un lado y luego para otro”. A unos metros de distancia estaba su suegra y su hija de cuatro años. Al verlas, levantó la pistola, la rastrilló y se disparó en la sien. Quedó a tres metros de su pareja.