La altura de los rústicos muelles de caña y madera, que alcanzan los dos metros muestran el nivel que puede alcanzar la creciente del río Guayas y el impacto sobre el poblado de Puerto Roma, en la ruta hacia el golfo de Guayaquil.
Esta isla, durante la mañana, se asemeja a un pueblo fantasma. No se observa a nadie. De pronto, con el ruido del motor, señal de que se acerca una embarcación, sus habitantes empiezan a salir.
Quienes se acercan al muelle o simplemente quedan fuera de sus casas son mujeres, casi todas con niños en brazos o con otros que apenas dan sus primeros pasos. Los varones están en sus faenas diarias: la captura del camarón y la pesca. Los niños, en la escuela.
La brisa que corre levanta el polvo de sus calles donde no ha llegado el asfalto. Felícita Carpio, una de las ancianas (74 años), se queja del olvido en que viven el día a día. “Por aquí vienen muy poco a ayudarnos. Somos un pueblo abandonado con muchas necesidades”.
En pocos minutos ya están reunidas ocho vecinas. “Queremos un medio relleno, porque ya mismo se viene el invierno y nos quedamos bajo el lodo. Pero la obra pasa de largo a Puná, que es donde votamos. Creo que esa es la razón por la que no nos hacen obras”, dice Carmen Flores, nacida en Puerto Roma hace 32 años.
Para llegar a Puná se navega desde allí 40 minutos. En cambio desde el Malecón de Guayaquil se puede acceder a Puerto Roma en una lancha rápida en 50 minutos, o en canoa a hora y media.
Yadira Flores explica que en invierno, cuando llueve se mezcla el agua de la lluvia con la creciente del río. “A veces toca cargar a los niños en la espalda para ir a la escuela. El problema aumenta con los aguajes”. Dentro del pueblo es común ver puentes de caña, de un metro de alto, de una calle a otra.
La construcción de un nuevo muelle –el actual se mueve mucho con el oleaje- es otra de las prioridades que gestiona Ricardo Carpio, presidente de la comuna. También lo es el agua potable.
Actualmente se proveen de una lancha tanquero que les vende cada tanque en USD 2,50 y que llega al sitio cada dos semanas.
“La comida se adquiere en Guayaquil por semana o quincena, según los recursos. Además, se aprovisionan los sitios de abasto del pueblo”, dice Flores, dueña de una de las 15 tiendas del lugar.
Julia Jordan destaca que, aunque no con mucha frecuencia, sí han recibido algún tipo de ayudas. Como del Municipio de Guayaquil con brigadas médicas y medicinas gratuitas, así como con la planta eléctrica; la Armada Nacional con médicos y la fiesta de Navidad para los niños de la única escuela del poblado, el pasado 6 de diciembre; el Gobierno con brigadas médicas y la entrega de 140 paneles solares para las viviendas; Ministerio de Ambiente… El Ministerio de Salud les asignó un médico que trabaja en el sitio de lunes a viernes. Atiende y vive en un área de la casa del presidente de la comuna. Como los 10 maestros de la escuela fiscal Armada del Ecuador, que vienen en el área de la dirección.
Pasado el mediodía, los hombres del pueblo comienzan a llegar en sus canoas. En el jardín de su casa Leonardo Jordán empieza a armar los atados con los pocos cangrejos que logró capturar. “Al menos tendré para la comida mañana”.
Sistema de alumbrado
Casi todas las casas del pueblo cuentan con paneles solares con los que obtienen electricidad durante todo el día.
Para alumbrarse de 17:00 a 23:00 utilizan un generador donado hace tres años por el Municipio de Guayaquil. El problema es cuando falta combustible.
En Puerto Roma existen unos 1 400 habitantes, en su gran mayoría niños y jóvenes. La ex Dinse dejó inconcluso un bloque de nuevas aulas de la escuela.