Redacción Quito
El yeso que cubre el brazo izquierdo de Sofía Cabrera no le deja trabajar con normalidad. El 12 de junio, la joven de 23 años sufrió una caída en las gradas del puente peatonal en la Universidad Central.
Este paso peatonal, ubicado sobre la av. América, a la altura de la Ramírez Dávalos, es el único que conecta al campus universitario con Santa Clara y viceversa.
En la U. Central estudian y trabajan 49 900 estudiantes, 2 099 docentes y 1 575 empleados. Cabrera, una funcionaria administrativa de la institución, bajaba las gradas del puente cuando sintió un leve empujón. “El roce fue suficiente para perder el equilibrio y rodé por las gradas del puente”.
Fabián Gavilánez, un comerciante informal que trabaja en el puente, afirma que el número de peatones que cruzan por el paso elevado se incrementó desde que la Policía empezó a amonestar (verbalmente) a los transeúntes que pasan por la calzada.
Sara Cruz, quien tiene un negocio de frutas en un pequeño local debajo del puente, sabe que el número de usuarios del puente se incrementa en las horas de entrada y salida de clases y ahí hay más congestión. “Por eso, muchas personas prefieren cruzar por la avenida exponiéndose a un accidente de tránsito”.
Sofía Cabrera cree que su accidente en el puente se debe justamente a que sobre él había demasiada gente. La caída de Cabrera le causó una fractura, pero aún sigue usando el puente.
Además, el puente está en malas condiciones. Las gradas y el piso están desgastadas. Asimismo, en este se sienten fuertes vibraciones cuando se camina.
También, Aldo Cepeda, un estudiante de Derecho, dice que la infraestructura no facilita la circulación de personas con capacidades especiales o de la tercera edad. El esfuerzo de Nelson Hurtado evidencia esta situación. Él tiene un defecto congénito en sus piernas y se moviliza a gatas. “Aunque es más difícil, cruzo por el puente porque es más seguro”.