Maribel Barreno
El caso de Fabricio Correa deja importantes lecciones, aunque a estas alturas, tal parece que la denuncia ya terminó su ciclo.
Es impresionante ver cómo en una sola semana, la noticia pasó de ser titular de primeras páginas a ser editorializada en todos los periódicos.
En periodismo, editorializar una noticia es en esencia la cúspide de una noticia: tratar una noticia como un tema editorial es el último paso que abre la puerta al debate del hecho en diferentes escenarios.
Pero, ¿qué pasó? resulta que con el tema de Fabricio Correa nunca se concretó el debate, pues se quedó entre las voces y plumas de determinados periodistas y personas, que sumaron con ello argumentos para que el Presidente capitalizara toda la información.
Así, de un solo zarpazo se diera un baño de imagen el pasado sábado, cuando en una especie de mea culpa firmó públicamente el Decreto 1793 que permite que “desde esa fecha en adelante” no vuelvan a suceder este tipo de cosas, que de entrada, parece que le afectaron mucho, pues sus gestos apuntaron a que él -como hermano- ha sido el primer impresionado y ofendido.
Claro, quizá los más sorprendidos fueron quienes investigaron el tema y pasaron tres largos meses de romería por algunas entidades en busca de la información que, entre paréntesis) debiera ser pública y de acceso universal, según dicta la Ley Orgánica de Transparencia y Acceso a la Información Pública (Lotaip).
En fin. Es claro que algo faltó. A mi criterio: seguimiento. A lo mejor publicar la misma información en dosis más pequeñas y sostenibles en el tiempo hubiera sido clave para reforzar la denuncia en la retentiva de la gente y no terminar en un discurso displicente del Presidente de la República quien, obviamente, en una suerte de movimiento de judo, utilizó toda la fuerza de las denuncias en contra de su hermano para virar el resultado a su favor.