Bien dicen que no hay mal que dure 100 años. Esto me lo recordó un amigo, de esos que uno encuentra sorpresivamente y, que con su sonrisa y una importante dosis de positivismo, pueden borrar toda angustia y preocupación vengan estas del ámbito político, económico o personal; es decir, del diario vivir que tantas interrogantes y pequeñas cuestas presentan. Realicé que nos dejamos contagiar por el común pesimismo, que encierra y paraliza mentes ante las disyuntivas de un ambiente país que nos tiene confusos y de decisiones personales que por lo mismo no son fáciles. Lo importante es dejarse llenar de la buena energía, optimismo y alegría de vivir con pasión, no solo en las palabras que uno transmite, sino en cada acto.
Esa disposición favorable a las sensaciones, la alegría y las ganas de vivir atraerá finalmente, para cada uno de nosotros y en consecuencia para la comunidad, el positivismo suficiente para luchar por la vida, aunque, estamos conscientes que, en esta época, no es tan fácil. Los titulares anuncian inseguridad, implicando violencia, agresión verbal y física y esto a su vez, miedo; un miedo paralizante que borra toda posibilidad de seguir nuestro camino con fe y conscientes que, aunque la política o la economía no nos favorezcan, la vida nos invita a vivir plenamente, a gozar de la increíble naturaleza ecuatoriana que nos permite llevar orgullosamente el título de uno de los países más biodiversos del planeta.
Gozar del momento como es, sin añorar el pasado pero tampoco preguntarse sobre el futuro, con la plena conciencia de que si estamos abiertos a recibir y a dar, el mañana siempre será mejor. Esta, la que vivimos es la realidad y escapar de ella no es factible. Nuestro entorno país necesita que seamos positivos para luchar ante aquello que percibimos como negativo porque nos necesita, como indispensable ejemplo para una juventud que debería trabajar con confianza, por convicción y deseo de superación. No dejemos que pequeños contratiempos ni revoluciones que no lo son nos desvíen del camino, de nuestra obligación única y verdadera, vivir con decisión, creer en la felicidad que nadie nos la da, que viene de adentro.
Así, viviendo el por el hoy, crearemos una verdadera e imparable revolución. Que no dependa de falsas promesas ni dependa de un sí o de un no, que no nazca de la malicia ni de la ambición económica ni de poder, sino de la fuerza que nos lleve por caminos certeros para todos. De lo negativo resultará lo positivo. Nuestro país será imbatible y la ambición por el bien la que verdaderamente revolucione el actual estatus. Gracias a ese amigo por permitirme ver que la vida es buena y positiva para que mañana sea mejor.