El poscastrismo es el gran dilema tras la muerte de Fidel

Cientos de cubanos se concentraron el finde semana en La Habana para recordar al líder del ‘socialismo real’. Hay expectativa por el futuro de la isla. Foto: Alejandro Ernesto / EFE

Cientos de cubanos se concentraron el finde semana en La Habana para recordar al líder del ‘socialismo real’. Hay expectativa por el futuro de la isla. Foto: Alejandro Ernesto / EFE

Cientos de cubanos se concentraron el finde semana en La Habana para recordar al líder del ‘socialismo real’. Hay expectativa por el futuro de la isla. Foto: Alejandro Ernesto / EFE

Entre los cubanos hay incertidumbre. La muerte de su máximo líder ha dejado al país sumido en un trance. Nadie sabe qué ocurrirá en la isla en los próximos años. Por ahora, lo único claro es que Raúl Castro dejará el poder en febrero del 2018.

En el 2008, cuando asumió oficialmente la Presidencia (ocupó el cargo de forma interina desde el 2006), el hermano menor de Fidel ya decidió, sorpresivamente, limitar el manejo de cargos públicos a dos períodos de cinco años cada uno.

Ahora, en el círculo castrista ya suenan algunos nombres de posibles sucesores, entre ellos su primer vicepresidente y hombre de confianza: Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de 56 años que ha hecho carrera en el Partido Comunista.

Los expertos aseguran que la designación de Díaz-Canel garantizará, de cierta forma, la continuidad del socialismo. “Este modelo sobrevivió a la larga enfermedad de Fidel Castro y seguramente continuará después de su muerte”, sostiene Jorge Duany, director del Instituto de Investigación sobre Cuba de la Universidad Internacional de Florida.

Sin embargo, el académico cree que la muerte del líder de la Revolución cubana -registrada la noche del viernes- sí acelerará las reformas económicas. “Seguramente habrá que esperar la retirada de Raúl para analizar con mayor claridad si existirán cambios sustanciales en el país”, apunta.

Díaz-Canel es el principal rostro de un grupo de dirigentes que no pertenecen a la generación histórica de la Revolución (nacieron después de 1959) y que han sido promovidos a destacados cargos políticos durante la etapa ‘raulista’.

A la sombra de su hermano, Raúl Castro activó un lento proceso de reformas para evitar la quiebra de Cuba sin renunciar al modelo socialista. Entre las nuevas medidas, autorizó emprendimientos privados, inversión extranjera y tuvo acercamientos diplomáticos con Barack Obama, presidente de Estados Unidos.

Obama visitó La Habana en marzo y amplió las opciones de viaje de los estadou­nidenses a la isla y adoptó otras medidas para suavizar el embargo vigente desde 1960.

Estos avances también generan incertidumbre entre los isleños. Todo puede truncarse cuando Donald Trump asuma la Presidencia de EE.UU.

El magnate incluso ya condicionó nuevos acercamientos en la medida de que los isleños recuperaran sus libertades.

En el círculo de confianza de Raúl Castro también aparecen figuras como Marino Murillo, considerado el ‘zar’ de las reformas que se concretaron en los últimos siete años en la isla; José Manuel Machado, de 86 años y segundo secretario del Partido Comunista CC; y Ramiro Valdés, de 84 años, ambos considerados figuras de la ‘vieja guardia’ revolucionaria.

Con ‘jóvenes’ o ‘históricos’, el poder en Cuba se articula en torno a dos poderosas estructuras: el Partido Comunista, garante de la ortodoxia política de la Revolución, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que controlan los sectores claves de la economía cubana y sus principales empresas estatales.

Desaparecido Fidel Castro y con el presidente Raúl Castro, de 85 años, a punto de dejar el poder, en Cuba sigue sin despejarse la incógnita sobre si las nuevas generaciones de dirigentes pueden garantizar el continuismo de la Revolución.

Sobre todo en un país que tiene en el envejecimiento poblacional uno de sus principales retos y donde muchos jóvenes se distancian de la política y ­solo piensan en emigrar.

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