Los comerciantes formales e informales de Portoviejo, Manabí, que quedaron sin sus puestos de trabajo después del terremoto fueron reubicados en centro de la urbe. Fotos: Vicente Costales/ EL COMERCIO
A Daysi Cevallos el terremoto del 16 de abril la sorprendió en pleno trabajo. Ese día, vendía ropa de mujer en un local de madera -ubicado en la calle Chile, en el centro de Portoviejo– cuando sintió el movimiento telúrico.
Alarmada por el terremoto, buscó a su nieta Diana a quien siempre tiene bajo su cuidado. Luego de unos segundos la encontró. Entonces, se dirigió presurosa a una esquina en busca de su cuñado.
La mujer de 54 años recuerda ese momento. “Fue bien fuerte. Me caí tres veces”. Ahora -10 de mayo- ella vende las mismas prendas (faldas, blusas, medias y ropa interior) en la calle Alajuela, también ubicada el centro de Portoviejo, cerca de la Zona Cero, donde se realizan demoliciones de viviendas.
Hasta la calle Alaluela empezaron a llegar varios comerciantes informales desde el sábado 7 de mayo pasado. El Municipio de Portoviejo reubicó a estas personas en ese sector para que continuaran con la venta de sus artículos.
En principio, el organismo reubicó a 600 comerciantes. Mientras que hoy también permitió el acceso de otros 121 vendedores informales.
A lo largo de la calle, los comerciantes ofrecen ropa, vídeos de películas y música, artefactos electrónicos, camisetas de equipos, entre las que sobresalen las de Barcelona y Emelec.
También hay personas que arreglan celulares y teléfonos. Uno de ellos es Joffre Vélez, de 53 años. Las paredes de su casa, ubicada en la periferia de Portoviejo, se cayeron. Pero él es optimista. Dice que muy pronto la capital manabita volverá a ser un lugar de gran afluencia.
En la calle Alaluela, centro de Portoviejo, comerciantes informales y formales venden sus productos desde el sábado 7 de mayo.
Norma Maji también ve con buen panorama el futuro, pese a que perdió a dos familiares por el terremoto. Ella estaba en Quito cuando ocurrió el desastre natural. Entonces, recibió la llamada de su madre María Toapanta. “Mi mamita me pidió que viniera”. Su progenitora le dijo que dos de sus familiares fallecieron. Entonces, la mujer tomó un bus y emprendió el viaje, ahora vende videos en el lugar. Sin embargo, dice que pronto llamará a otro familiar para que venda el calzado. “En Quito se quedaron mis dos hijos. Tengo que irá a verlos. Mi mamita puede quedarse con unos primos acá”.
En otro de los locales -armados de madera- atiende José Pedro Arteaga. Él vende camisetas y pantalonetas. Dice que no le ha ido mal, en estos días. “Pese a todo lo que nos pasó la gente ha seguido viniendo a comprar. Así es el manabita. Siempre se levanta”, comenta.
Segundo César Con, comisario de la Policía Municipal en Portoviejo, señaló que la reubicación de vendedores formales e informales continuará en ese sector. Él proyecta que unas 100 personas más lleguen al lugar.
En el centro de Portoviejo, el 80% de las personas viven del comercio, afirma Con.