Mariano Grondona en la conferencia de la SIP en Buenos Aires intentó, en su disertación, dilucidar el acuciante dilema de América Latina de enfrentar la impronta de nuevos populismos fundacionales y la consolidación de regímenes democráticos que han logrado institucionalizar a sus países luego de la etapa dictatorial de los setenta; pero que no logran hilvanar externamente estrategias concertadas y eficaces en el plano geopolítico.
El ensayista argentino intentó desarrollar una hipótesis central basado en el arraigado pasado colonial que entre sus efectos colaterales -no lo extractivos de metales- por siglos nos insertó a un sistema político dependiente, abúlico y burocrático muy diferente a la dinámica que nutrió a otras experiencias liberadoras como sucedió en las antiguas 13 colonias del norte o el proceso integrador de intereses en el imperio con el que nació Brasil a la vida independiente. En esos casos se lograron efectos nacionales de cohesión y en los otros la fragmentación liderada por fervorosos caudillos y pueblos atávicamente enajenados a las ofertas
De admitirse la hipótesis, la historia se explica en algunos o muchos países por la nostalgia del antiguo soberano colonial sustituido por un caudillo nacido en la independencia, un fuerte líder en la consolidación del Estado Nacional como sucedió en el Ecuador con García Moreno o un revolucionario en el modelo de Eloy Alfaro que no le encargaron el poder sino que lo consiguió en los frentes de batalla.
Con diferentes matices marxistas, fascistas o simplemente criollos el personaje histórico de esos cantares -hombre sí, sistema no- en la actualidad por la tecnología dispone de efectos mediáticos de mucho más impacto que desde un caballo y con espada o el lento trajinar de una carroza. Ahora solo es necesario que duren los recursos fiscales de libre disposición y que se modernice la tarima; luego vendrá la implosión y volveremos a fojas uno, para intentar con mayor éxito un nuevo proyecto democrático.
Si se aceptara la hipótesis expuesta y aplicada a los países encantados de América Latina como son Venezuela, Ecuador, Bolivia o Nicaragua, es evidente que no existen soluciones inmediatas, salvo conflictos irresponsables como el que sucedió en Honduras. Estos personajes escogidos por la historia de pueblos tristes no tienen sucesión y una oposición organizada no nace con las primeras lluvias. El Ecuador lo sabe por experiencia.
El proceso de la independencia no nació el 10 de Agosto, sino en anteriores meses y años o para que surja la transformación de 1845 hubo que esperar 15 años de floreanismo. La conclusión es dura pero inevitable. Se trata de que el pueblo acepte que mucho más saludables que apostar por aprendices de dioses del Olimpo son las aburridas pero seguras aplicaciones del Estado de Derecho.