Los medios de comunicación de la región están viviendo una época inusual, por la elaboración de leyes que intentan regularlos. ¿Qué camino deben seguir esos cuerpos legales?
Creo que el marco legislativo en temas sensibles, como la comunicación, debe ser el resultado de un debate sereno y del consenso en la comunidad. Y, sobre todo, debe ser una ley de facilitación, estímulo y promoción de la comunicación y no de restricción o control. Creo que el contexto político es importante, y dentro de este contexto existe un riesgo cuando algunos presidentes mantienen una confrontación con los medios. Entonces, existe un peligro real de que las leyes terminen por convertirse en instrumentos de control.
¿Cómo buscar un consenso cuando, al parecer, ninguna de las partes cederá?
Francamente pienso, y es mi posición personal, que si existe un ambiente de demasiada confrontación es preferible aplazar estos temas hasta que el país pueda asumir esa tarea. Insisto que lo importante es que la ley sea de facilitación, de estímulo y promoción y no de control.
¿Es verdaderamente necesaria una ley? Usted ha escuchado el avance de la Ley de Transparencia y Acceso de la Información de Ecuador, que es poco respetada por las autoridades y desconocida por los periodistas.
Esta es una ley para los ciudadanos, los periodistas solo operan un sector de ella. Está claro que una ley para funcionar necesita de un proceso educativo y de promoción, incluso para las autoridades responsables. Además, sin amparos o sentencias que obliguen a que sea aplicada esta ley quedará en letra muerta. Creo que a la Ley de Transparencia le falta voluntad para iniciar un proceso educativo y una política pública que haga que todas las instituciones la respeten.
También se habla de que en la región existe un divorcio entre los medios y la sociedad y que por eso de debe regular a la prensa, ¿cómo terminar con esa ruptura?
La única manera es que los medios reconozcan que más que factores de poder son de servicio. Que la sociedad está reclamando transparencia y que deben demostrar todos los días, a través de su trabajo, que tienen un compromiso real con la independencia, con el servicio y una responsabilidad ante la sociedad. Ayuda también que las empresas periodísticas se comprometan con políticas de responsabilidad empresarial.
¿Políticas de responsabilidad empresarial?
Me refiero a empresas que asumen una responsabilidad con diferentes sectores. Los medios no solo tienen productos informativos, sino también publicitarios y de entretenimiento. Y pueden usarse, por ejemplo, para impulsar la educación.
Es una tarea a largo plazo
Sí. Esa responsabilidad produce contenidos, que la sociedad contesta y reclama por ellos.
¿No se puede correr el peligro de convertirse en un instrumento político?
El poder político siempre va a querer usar a los medios. Vivimos una era en la cual los presidentes tratan de usar a los medios como un vehículo de influencia, sin pasar por los periodistas. De ahí, nacen las cadenas obligatorias, que ponen a los medios al servicio del poder y no les interesa, por ejemplo, dar entrevistas porque les parecen incómodas. Los políticos siempre quieren manipular a la prensa.
¿En qué momento el periodista pasó de ser el héroe, como en la década de los cuarenta, a ser un villano?
Creo que es una crítica a los medios tradicionales y no a los periodistas. Vivimos una fase diferente, el respeto basado en la distancia quedó en el pasado. Hoy, quien se equivoca inmediatamente queda en evidencia. No me parece malo que ya no exista esa mitificación del periodista. El valor social del periodista hay que demostrarlo con un buen trabajo y con calidad.
¿Por qué la crítica a los medios tradicionales?
Esta es una tendencia mundial. Hay una nueva relación con las audiencias, una nueva forma de consumir los medios y las redes sociales son un filtro para las nuevas generaciones. Todo esas tendencias cuestionan el papel de los medios, pero desde la sociedad también debemos asegurarnos que la información que circule sea producto de un trabajo de reportería e investigación de los periodistas.
Eso es lo que pide el Gobierno ecuatoriano, una ley para un periodismo serio.
Está bien que la pidan, pero el día que un juez te sancione porque no hiciste tu trabajo con los criterios que teóricamente son la base del profesionalismo estamos en otro terreno. Estamos en peligro. Las leyes pueden ser declaraciones de buenas intenciones, pero si no están bien hechas pueden ser un instrumento de intimidación y prestarse para injusticias. Y ese es el riesgo.