Quizá Kinto Lucas no hubiera metido la pata tan feo si hubiese tenido más de tiempo para leer los famosos cables publicados por Wikileaks.
Si Lucas hubiera leído con mayor detenimiento los cables, lo más probable es que se hubiera decepcionado profundamente y no hubiera cometido la tontería de ofrecerle residencia a Assange. Así se hubiera ahorrado, de paso, la desautorización de su jefe Rafael Correa.
Es probable que una lectura más detallada no solo lo hubiera decepcionado, sino que lo hubiera unido al grupo cada vez más grande de teóricos de la conspiración que están convencidos que este escándalo fue una invención del propio Imperio.
Esta reacción es entendible. Finalmente los que creyeron que la diplomacia estadounidense se iba a derrumbar en días y que el Imperio iba a ser desnudado se quedaron con los churos hechos. De todos los cables que se han revelado hasta ahora, la impresión que queda es que los diplomáticos de EE.UU. son inteligentes, sensibles, recursivos y que buscan evitar que líderes corruptos y depravados logren sus cometidos. Y lo peor es que nunca logran hacer las cosas a su antojo, como hemos pensado durante tantos años.
Es más, desde que estalló el escándalo, la polémica se ha instalado en Moscú, Roma, Teherán. Caracas. Buenos Aires o Kabul corroyendo más a sus líderes que a la señora Hillary Clinton en Washington.
El ‘timming’ le falló a Lucas. Talvez si lo hubieran consultado unos días más tarde hubiera incluso condenado a Assange. Y nada hubiera pasado.