La tesis de Rafael Correa sobre la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, es “una tontería”, Así define el diario Los Angeles Times en un editorial publicado hoy.
El importante diario sostiene que las intenciones del presidente ecuatoriano, secundado por los algunos otros países americanos, se explica en la resistencia que tienen algunos gobiernos de la región a ser censurados por un organismo independiente cuando incumplen con los derechos humanos.
Correa atacó duramente a la CIDH durante la última Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, OEA, que se realizó en Cochabamba. Ahí reprodujo también su virulento discurso en contra de la prensa.
Según Los Angeles Times es indispensable para el cumplimiento de los derechos humanos en la región que se mantenga la independencia del organismo y que no se menoscabe la fuerza de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión, como pretende Ecuador junto a otros países como Venezuela.
El diario dice que la tesis de Correa de que la CIDH es controlada por los Estados Unidos es “una tontería”.
Aquí una traducción del editorial:
No sorprende a nadie que el presidente ecuatoriano Rafael Correa esté molesto con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (un grupo de vigilancia que protege de los abusos a los líderes indígenas, periodistas y organizaciones de la sociedad civil en el Hemisferio Occidental). Al parecer el sentimiento es mutuo, ya que la CIDH ha denunciado, con razón, los esfuerzos de Correa por limitar la libertad de expresión y la crítica en su gobierno. La CIDH también ha opinado duramente sobre el intento de Venezuela de prohibir a un candidato de la oposición a postularse para la presidencia contra Hugo Chávez.
Ahora Correa, junto con Chávez y el presidente boliviano Evo Morales, está pidiendo a la Organización de Estados Americanos que se restrinja el trabajo de la comisión, que según él (Correa) es una herramienta utilizada por los Estados Unidos para influir en los gobiernos soberanos. Eso es una tontería.
Establecida en 1959, la comisión autónoma es uno de los más importantes órganos de la OEA. Human Rights Watch acredita a la CIDH el salvar miles de vidas en Colombia, Haití y otros países mediante la presentación de órdenes de protección a los gobiernos, solicitando que las autoridades garanticen la seguridad de las personas que enfrentan el abuso o las amenazas de muerte.
Desafortunadamente, el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, cedió a la presión y estuvo de acuerdo la semana pasada para pedir una reunión dentro de seis meses y considerar dos proyectos de propuestas encaminadas a limitar el alcance de la comisión que pondrían freno a su autoridad y restringirían su presupuesto. A la larga, le quitaría a la Comisión la potestad de tener la última palabra de decidir la forma en que monitorea a los países. Las 35 naciones, miembros de la OEA, deben rechazar ambos planes.
Las atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se han mantenido sin cambios durante más de 50 años por una buena razón. Su independencia es su fortaleza. Permitiendo las naciones miembros de la OEA, incluidos aquellas que han recibido informes críticos por parte de la CIDH, puedan reescribir las reglas o establecer nuevos límites a las facultades de la Comisión es una invitación a sus opositores a que salden “cuentas”. Uno de esos proyectos haría que la Comisión interviniera sólo en los casos de vida o muerte, y estarían prohibidos de hacerlo en casos de periodistas encarcelados o de abusos contra juristas. El otro proyecto, respaldado por Correa, sería limitar la financiación a la Relatoría Especial para la libertad de expresión.
Es evidente que algunos gobiernos de la región están molestos y tienen la esperanza de socavar a la comisión. La independencia es esencial para el éxito contínuo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y las naciones del hemisferio deben unirse para protegerla.