En su cada vez menos sintonizado enlace de los sábados, el Presidente halló un novedoso tema de disputa: el papel del Gobierno y de los medios frente a los riesgos en el país. Desde su óptica política reduccionista, los medios no deben intervenir en el tema, pues un titular no es suficiente para prevenir un desastre. Desde luego nunca lo será, pero se trata de un asunto de interés colectivo sobre el cual los medios tienen mucho que preguntar, y sobre todo mucho que comunicar.
En su inútil afán de confrontación en un tema que compete a toda la sociedad para enfrentar posibles catástrofes, como las que azotan a varias naciones en esta época, el Presidente descalifica a los medios porque probablemente no tienen edificios sismorresistentes. Pero de lo que se trata es de constatar si las escuelas o los edificios de gran concentración humana cumplen las condiciones mínimas frente a un eventual riesgo, si hay planes claros, si la población está debidamente informada.
Por supuesto que el Gobierno creó la Secretaría Nacional de Riesgos, pero ni la existencia de esa entidad ni el trabajo que pudieran estar realizando otras instituciones públicas y privadas eximen al periodismo de su papel social.
Es una obligación cívica que trasciende la voluntad política de un Gobierno. Este, en lugar de dividir, debe liderar una campaña sin banderías y en la cual cada uno cumpla su papel. El de los medios, por supuesto, va mucho más allá de revisar las condiciones estructurales de sus edificios.