En mayo del 2011, en Pakistán, el periodista de investigación Saleem Shahzad fue secuestrado y asesinado, luego de que revelara vinculaciones entre servicios de Inteligencia de su país y la red terrorista Al Qaeda. En Nuevo Laredo, México, narcotraficantes decapitaron a María Elizabeth Macías Castro después de que utilizara las redes sociales como táctica evasiva para sortear la censura impuesta por la violencia.
Son solo dos ejemplos que evidencian los problemas que enfrenta la prensa para ejercer su labor informativa. Eso se desprende del Informe Global del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), que revela los ataques sufridos el año pasado.
Joel Simon, director ejecutivo del CPJ, señala que si bien las batallas más importantes de la Primavera Árabe se libraron en las calles, también se desató una lucha feroz por el control de la información. En Egipto, por ejemplo, el Gobierno desconectó el acceso a Internet, clausuró canales satelitales y orquestó ataques contra corresponsales extranjeros.
Las plataformas Twitter y Facebook ayudaron a los periodistas y ciudadanos a romper el bloqueo del derrocado presidente Hosni Mubarak. Pero debido a los distintos tipos de censura, algunos de los sucesos más importantes del 2011 quizás hayan quedado con poca o ninguna cobertura periodística. Entre otros temas: las sangrientas batallas entre carteles rivales del narcotráfico en México.
Sobre los riesgos para ejercer el periodismo en México se ha hablado mucho. Y poco se ha hecho. En el 2010, el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, se lamentó por el creciente índice de muertes de periodistas, indica Elisabeth Witchel, consultora en el Reino Unido para la Campaña Global contra la Impunidad.
“Me duele”, expresó ante una delegación del CPJ en el 2010, “que México sea considerado uno de los lugares más peligrosos para esa profesión”. Desde el 2009, Jefes de Estado y funcionarios de alto rango en varios de los países más peligrosos del mundo para la prensa se alinearon para reconocer el flagelo de la impunidad y prometieron, al CPJ, actuar.
Pero no se ha avanzado en el esclarecimiento de las muertes de más de 500 periodistas.
Simon recuerda que un ataque a un periodista egipcio, pakistaní, o mexicano inhibe la posibilidad de las personas de todo el mundo de recibir la información que ellos podrían haber facilitado.
Por eso, a los grupos de activistas con una agenda global, en particular a las organizaciones de derechos humanos y ambientales, les interesa promover la libertad de prensa global.
Esto entre otras cosas porque por ejemplo, combatir el calentamiento global dependerá en gran medida de las políticas de China que, debido a la censura oficial, se ven con frecuencia envueltas en un velo de secreto.