Hoja de vida
María Teresa Ronderos
Su trayectoria. Asesora editorial de la revista Semana, de la cual fue su directora. Editorialista del diario El Espectador y directora de VerdadAbierta.com. Estudió Ciencia Política en La Florida y enseña en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
Su obra. Es autora de varios libros y ganó el Premio Rey de España en 1997.
María Teresa Ronderos habla de la importancia de la investigación periodística en democracia. También se refiere a lo que ocurre en Ecuador.
¿A propósito de los 40 años del escándalo de Watergate en EE.UU., ¿qué importancia tiene el periodismo de investigación como una herramienta para fortalecer los sistemas democráticos?
Cada vez es más importante el periodismo de investigación. A medida que se generalizan los sistemas virtuales, la cantidad de personas que puede informar a través de Internet crece y la gente tiende a pensar, entonces, que el periodismo como que no tiene sentido. Y es todo lo contrario: con más razón se necesita gente especializada, que sea capaz de dirigir y de vigilar las agendas de los más poderosos de la sociedad, para balancear las relaciones de poder. Eso exactamente hace el periodismo de investigación.
¿De qué manera balancea las relaciones de poder?
Si usted es un dueño de un banco, entonces tiene mucha información sobre esa institución. En cambio, si es un cliente, posee poca información. Si la prensa vigila muy bien el sistema bancario, lo más probable es que usted se entere de, por ejemplo, lo que pasó a Wall Street hace dos años. Entonces, esa es la importancia del periodismo investigativo: vigila a la gente poderosa. Es el que hace posible que gente que no tiene información, acceda a ella y así adquiere un poder basado en el conocimiento, que antes no poseía.
¿Cuál fue la incidencia que tuvo ese caso emblemático para impulsar la investigación periodística en América Latina y en el mundo?
El caso Watergate fue absolutamente emblemático para el mundo entero. Inspiró a generaciones de periodistas. Por una razón en especial: porque se vio que incluso al ser más poderoso del planeta, que es el Presidente de Estados Unidos, no podía estar por fuera de la Ley. Ese caso animó a muchísima prensa a decir algo así: bueno, si se cayó el Presidente de EE.UU., y unos periodistas le agarraron diciendo mentiras y lo llevaron a renunciar, entonces, yo también puedo vigilar al poder de mi país. Fue fundamental para el periodismo de investigación.
¿En el periodismo cabe hablar de un antes y un después de Watergate y por qué?
Sí. Se habla de un antes y después porque nunca antes de ese caso hubo una investigación periodística que llegara tan lejos. Que destape una enorme mentira de la cabeza del mundo, que en ese momento era EE.UU.
¿En Latinoamérica, qué caso tiene algún parangón con el escándalo de Watergate, que causó un remezón político o social de ese calibre?
Hay muchos. Por ejemplo, el de Fernando Collor de Mello (presidente de Brasil entre 1990 y 1992). Otro: el de los ex presidentes costarricenses Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002) y Rafael Calderón (1994-1998), que el diario La Nación investigó y comprobó que habían participado en involucrados en la recepción de sobornos y en compras ilegales. El caso de Alberto Fujimori en Perú, que si no es por la investigación de diario El Comercio de Lima, hubiese cometido fraude para hacerse reelegir por tercera vez porque estaba falsificando firmas.
¿Y en Colombia?
El caso de la revista Semana cuando descubre que el gobierno de Álvaro Uribe estaba usando el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) para perseguir y espiar ilegalmente a magistrados, periodistas y gente de la oposición. En la región hay muchos casos, en los cuales el periodismo de investigación le ha hecho contrapeso al poder.
¿Si no hubiese periodismo de investigación, Colombia no se hubiese enterado de qué otros episodios oscuros?
Si no hubiera sido por el período de investigación, no hubiese habido el famoso proceso 8 000; es decir, el caso judicial que permitió comprobar que dineros del narcotráfico entraron en la campaña presidencial de 1994 (que permitió liberal Ernesto Samper Pizano llegar a la Presidencia de la República) y en varias de las campañas por una curul en el Congreso. Lo mismo pasó con el escándalo de la ‘parapolítica’ (los nexos de políticos con los escuadrones paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia), que tiene a más de 60 congresistas en la cárcel. Todo eso fue resultado de las investigaciones periodísticas que realizaron la revista Semana y otros medios.
¿Y qué otros casos?
Si no hubiese periodismo de investigación nunca se hubiese sabido lo que pasó en el Palacio de Justicia (el 6 de noviembre de 1985, guerrilleros del M-19 tomaron el edificio con 350 personas en su interior. La ocupación terminó 27 horas después y dejó un saldo de 97 muertos). Poco después salieron libros que decían lo que 25 años después ha corroborado la Justicia con la condena de algunos oficiales. Pero el periodismo de investigación lo había dicho ya años antes.
En sus disertaciones, usted ha dicho que el periodismo de investigación es una de las reservas morales de este país
Sí. Sin el periodismo de investigación, este país tendría unos niveles de impunidad escandalosamente más altos. Y una de las grandes reservas morales es ese periodismo que no se rinde, que investiga y que sigue publicando historias. Y le doy la buena noticia de que ha crecido, gracias al esfuerzo de muchas organizaciones, en especial una llamada Consejo de Redacción.
¿En su experiencia, qué caso le brindó más satisfacciones en la práctica de hacerle contrapeso al poder?
Fue un caso en el cual trabajé con dos periodistas estadounidenses y otro inglés. Se refirió a que compañías tabacaleras transnacionales estaban detrás de los cigarrillos que se metían de contrabando a Colombia y otros países. Eran partícipes y cómplices de ese contrabando. En público, lo atacaban y en privado lo estaban estimulando. El resultado fue que las tabacaleras debieron pagar sumar millonarias en una serie de países. En gran parte eso sucedió gracias a que se publicó a escala mundial. Eso demostró que aún peleando contra los ‘monstruos’ que son las multinacionales, estas finalmente van a portarse bien y cumplir con las leyes. Tabacaleras como Philip Morris mejoraron sus controles y a poner en negro todos sus negocios. Fue muy buena esa denuncia.
¿Considera que la actual coyuntura evidencia una situación hostil contra la prensa en general y el periodismo de investigación en particular por parte de los gobiernos de Venezuela, Argentina y Ecuador?
Creo que sí. Hay gobiernos que por la concentración de los medios en manos privados han terminado usando eso como excusa para silenciar a los medios críticos y a los que están haciendo investigaciones y que están sacando cosas que no les gustan. Y esos gobiernos están encontrando un periodismo incómodo, que les prueba que hay problemas.
¿Ese panorama es un reto enorme para la prensa?
Me parece que el reto para los medios es investigar con solidez y con documentación en la mano. Así se evitará la pelea política.
¿Cómo entender que en el caso concreto del Ecuador la embestida del oficialismo contra los medios privados se endurezca cada vez más?
El presidente (Rafael) Correa ha resuelto una política de limitar a estos medios. Probablemente, ha interpretado que los medios tradicionales del Ecuador son como los representantes de la concentración del poder y de la riqueza. Pienso que se ha equivocado y más aún cuando su gobierno, para solucionar problemas, necesita que los medios sean críticos y, realmente, saquen a la luz pública las cosas que se están haciendo. Me parece que esa persecución lo ha debilitado ante los ojos del mundo y ha debilitado la razón de ser de su gobierno. Y también ha debilitado el discurso de cambio.
¿Qué precisan hacer los periodistas y medios en el contexto de la campaña en su contra declarada por el Gobierno ecuatoriano?
Yo creo que, con más razón que nunca, deben hacer bien su tarea. Y a hacer más periodismo de investigación. Si fuera directora de un medio en el Ecuador o en Venezuela, me dedicaría ciento por ciento a hacer ese tipo de periodismo, y a vigilar el poder y a los gobiernos. Pero no para sacar comentarios y opiniones ni para insultar porque si se entra en ese plano, el gobierno catalogaría a un medio como opositor político. Hay que entrar en el terreno puro de documentar y documentar si esos gobiernos están realmente sirviendo a la gente o no. Yo me pondría a realizar esa tarea.
¿Cómo interpretar la prohibición del Gobierno ecuatoriano para que sus funcionarios concedan entrevistas a los medios no oficiales?
Si el Gobierno se cierra a los medios independientes, opositores y críticos, primero está cometiendo una arbitrariedad. Un funcionario público gana un sueldo que sale de los fondos públicos y está custodiando un bien que es público. Entonces, por principio, esos funcionarios no tienen derecho a no dar información sobre lo que administran. Ese señor no es el dueño de la cosa pública y tiene la obligación de proporcionar información. Como medio de prensa, yo haría lo siguiente: insistir e insistir en el pedido de información, así no la den y así haya que publicar cada día que un funcionario no quiso hablar. Me parece que esta es una decisión de Gobierno absurda y lo que hace es debilitar más un sistema.
¿Decisión que atenta contra la rendición de cuentas?
Atenta contra la transparencia, contra la democracia, contra la libertad de expresión y contra los derechos ciudadanos y el derecho a saber y a estar informado. El derecho de pedir información a un funcionario no es propio de un medio, sino que pertenece a los ciudadanos.
¿Una medida así tiene como propósito que los ‘trapos sucios’ de un Régimen sean sacados al sol, para que la gente o los electores sepan?
Yo no sé si esa la intención o si tiene una intencionalidad más ideológica. Pero, de todas maneras, me parece una decisión de corto alcance y equivocada.
¿Y qué cabe hacer cuando los gobernantes y líderes políticos llaman ‘sicarios de tinta’ y ‘Cartel de sicarios’ a los periodistas y medios?
Eso, obviamente, atenta contra la libertad de expresión. Lo único que pueden hacer los medios y los periodistas, como ya se ha hecho en casos anteriores, es denunciarlo internacionalmente y defenderse. Esa no es una manera de tratar a la prensa.
¿Qué se debe hacer en los países de la región en los cuales se denuncian los casos de presunta corrupción, pero la Justicia controlada por el poder no actúa?
Bueno, aunque la Justicia no actúe, lo que pasa en nuestros países, donde se denuncian cosas y los jueces están corrompidos o porque hay intereses muy poderosos, la tarea nuestra no es la de enviar a nadie a la cárcel, sino la de denunciar y hacerlo público. Y esa evidencia, tarde o temprano, toca la carrera política del que sea. Entonces, si se la denuncia con sustento, se acaba la carrera política de la persona que mintió, robó y se agarró los dineros del público. Puede seguir ahí mientras su gobierno lo protege, pero su futuro ya está muerto ante los ojos de los ciudadanos. Y eso es lo que hay que hacer: seguir denunciando. Esa es nuestra tarea.
¿Cómo proceder frente a un caso quizá emblemático en el Ecuador, el de la llamada ‘narcovalija’?
Hay que seguir investigando. Y seguir todos los filos y documentar cada paso. Es mirar quién tenía, cómo fue, dónde está y quiénes son los personajes. Cuando uno profundiza, entonces empieza a encontrar la verdad de las cosas. Creo que eso es lo que la gente quiere que uno haga. Y mientras haya medios que cuenten la verdad, hay más esperanzas de que en países así se va a formar una sociedad más democrática.