O al Presidente no le gusta pagar impuestos o sus subalternos no quieren que los pague.
Lo cierto es que las contorsiones conceptuales que Carlos Marx Carrasco hace para aliviar al señor Presidente del pago de un posible tributo a los USD 600 000 que recibió por daño moral de parte del Banco del Pichincha llegan al paroxismo.
Ya quisieran tener los ecuatorianos comunes y corrientes, aquellos que han pagado impuesto a la herencia o a su liquidación por despido, tener un asesor tributario de la talla de Carrasco.
Como el caso de pago de impuesto por daño moral no está en la lista de las exenciones tributarias, entonces parecería que se hace imprescindible elaborar toda una doctrina legal sobre la relación entre daño moral y tributación. Y ahí es donde Carlos Marx Carrasco se hace gigante.
Pero algo empieza a oler mal en Dinamarca cuando se ve que de forma coincidencial y hace muy poquito, el SRI resolvió con una velocidad inédita una consulta hecha por una persona de Machala que quería saber si un pago por daño moral le causaba o no la obligación de tributar. La consulta, que normalmente hubiera demorado más de dos meses, tuvo como resultado, obviamente, un usted no tiene que pagar.
Acá lo que parece haber es una inspirada fuerza que empuja para que la aspiración presidencial de hacerse con 500 millones de dólares en juicios (iniciados o no en Carondelet pero con demandas al fin) por daño moral no incluya la posibilidad de que haya una carga tributaria.