Juan Montalvo Fiallos estuvo muy vinculado a la política. Se destacó por su arte de polemizar y por su ingenio para contestar al poder con una fina sátira, que lo convirtió en un insultador de gran categoría.
Eso dice Mario Mora, director de la Casa de Montalvo, de Ambato. “Con su acerada pluma avergonzó a los tiranos. Su sátira le ganó el elogio del escritor español Miguel de Unamuno que lo llamó el Gran insultador”.
“En ‘Las Catilinarias’ desencadenó su furia contra Ignacio de Veintemilla. Desenmascaró sus vicios y negligencias”.
Para Cecilia Valdez, directora académica de la Casa de Montalvo, el escritor ambateño se destacó por la sátira y la diatriba en sus escritos.
“Su insulto estilizado lo convirtió en el más grande representante del panfleto en América Latina y se refleja en ‘Las Catilinarias’. “Emilia Pardo Bazán, literata española, dijo que Europa podría tener a seis escritores que igualasen a Montalvo, pero ninguno que lo aventajase”.
Montalvo “fue un libre pensador, un guerrero de la prensa”, con una personalidad férrea y polémica, defendió con su pluma los intereses del Ecuador. Así lo describe el escritor y catedrático Iván Carvajal.
Desde las letras, Montalvo fue un contradictor de Ignacio de Veintemilla y de García Moreno. “El principal argumento para sus enfrentamientos eran las ideas conservadoras y las restricciones a la libertad, que los dos mandatarios representaban”, dice Carvajal.
Para Montalvo, esa libertad estaba regida por los principios franceses y republicanos de revolución.
“Montalvo -agrega Carvajal- fue un liberal republicano, y desde ese punto de vista los combatió a todos en sus obras, y lo hizo de forma fuerte, no solo con ideas sino también con opiniones”.
En estos ensayos surgió con fuerza su espíritu polémico, su ironía y su oposición a la dictadura.
Esta retórica, para el catedrático, le permitía ejercer una libertad de pensamiento muy amplia y defender sus principios: aspectos liberales y románticos de la configuración del Estado. “Ese papel lo hacía como escritor y como periodista. Juan Montalvo fue un guerrero de la prensa”, señala Iván Carvajal.
En sus obras se destacó su espíritu combativo ante la opresión, tanto social como política y religiosa. Montalvo creó periódicos políticos, “lo que para mí debería replicarse en la actualidad. Porque una cosa es hacer política y otra es informar descontextualizando”, aclara el escritor.
“Montalvo trascendió como verdadero escritor”.
A su vez, Melvin Hoyos, historiador guayaquileño, dice que el hecho de que Montalvo haya sido un guerrero de la pluma no le quita que haya sido una de las mayores glorias de la lengua castellana de siglo XIX.
“Él insultaba con un estilo único. Utilizaba símiles que realmente a nadie se le hubiera ocurrido para atajar al contrario. Al leer ‘El Cosmopolita’, uno se queda perplejo de ver con qué elegancia destroza al contrario. Montalvo no utilizaba las adjetivaciones clásicas del ciudadano común. Él podía combinar términos para exaltar las atribuciones humanas o rebajar al individuo hasta niveles infraterrenales”. Don Miguel de Unamuno -sostiene Hoyos- con todo el respeto hacia esa gloria de la lengua española, no leyó los ‘Siete tratados’ ni ‘Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes’.
“El que lee este último título nota que el lujo de la lengua castellana que tenía Cervantes, lo tuvo –y de sobra- también Montalvo. No es el insultador proverbial el que se pone en juego allí, sino el verdadero escritor que era Montalvo”.
Además, los ‘Siete tratados’, en donde habla de las virtudes humanas, descubre a un Montalvo con capacidad de análisis y conocimiento de filosofía y antropología extraordinario.
“Decir que este hombre solamente iba a pasar a la historia por su capacidad de insultar es desconocer totalmente el valor de las obras que escribió y que son las que le permitieron pasar a la historia”, concluye Hoyos.