¿Terminó el presidente Rafael Correa por moderar su percepción sobre el avance de las movilizaciones indígenas? Si se toman al pie de la letra sus declaraciones de anoche, la respuesta podría ser un sí indiscutible.
De calificar a la Marcha por la Vida como el foco de la desestabilización y el golpismo, liderada por ponchos y plumas, a reconocer ayer que en el juego de la democracia también tienen asidero las protestas y las señales de descontento demuestra que hay cierta evolución de su discurso. ¿Cuánto durará? ¿Es solo una respuesta coyuntural a otro de los desaciertos de su gestión política y de comunicación de las últimas semanas: satanizar todo lo que signifique oposición, crítica, libertad de expresarse?
Estas son preguntas que se irán despejando con el avance de los días. Es decir, luego de que la euforia informativa que generan las marchas y las contramarchas se haya calmado y el Régimen analice la agenda que, desde Zamora, los indígenas difundieron en 15 días de caminata.
Tampoco es que el giro en el discurso de Correa haya sido radical. El Presidente, acostumbrado a las victorias electorales, insiste que son las urnas las que marcan la legitimidad de los políticos para impulsar sus propuestas. De esta forma, el Jefe de Estado se blinda en un terreno que domina: el de la campaña política. Pero al mismo tiempo pone a su equipo de gobierno en una contradicción evidente. ¿Por qué si Correa reconoce que los políticos deben ganar elecciones para ser viables, todos en Alianza País deslegitima el supuesto espíritu electoral de la Marcha por la Vida?
Estos cortocircuitos que Correa y su Gobierno han generado en las últimas horas denotan que casa adentro el avance indígena sí les generó preocupación, aunque de labios para afuera, el mensaje oficialista haya sido el desestimar la capacidad de convocatoria de los manifestantes.
El discurso oficial no es la única contradicción. En las últimas horas, dentro del Régimen se ha visto que sus integrantes miran la Marcha por la Vida desde ópticas distintas. El ala menos contemplativa está integrada por el canciller Ricardo Patiño (¿también su hermano Raúl, secretario de Inteligencia?). Desde su cuenta de Twitter, el Canciller “hoy es un nuevo día de confirmación del espíritu rebelde y combativo de los ecuatorianos. A las calles, a respaldar esta movilización”.
Su mensaje es distinto a los que Fernando Cordero, Augusto Barrera, Betty Tola o Mireya Cárdenas han enviado en las últimas horas: diálogo, paz, conversación, consenso…
En el medio de esta polarizada forma de entender las marchas están los indígenas que han aceptado el reto de avanzar hasta la Asamblea Nacional y no conversar con los interlocutores del Gobierno. ¿Se mantendrán en esta consigna o aceptarán un acercamiento con el Régimen que podría resultar fructífero?
El epílogo de estos 15 días de marchas y contramarchas se comenzará a redactar en las próximas horas, cuando las miles de personas que trajo el gobierno rindan tributo al Presidente y la Conaie acaricie el césped de su mítico parque El Arbolito.