El periodista mexicano Marco Lara habla del papel del periodismo en la cobertura de la violencia y de la militarización del combate al crimen
¿Cuáles son los parámetros que deben seguir los periodistas para cubrir el crimen organizado?
Debo decir primero que tengo fobia de eso, no de establecer pautas específicas, sino de establecer criterios discrecionales para hablar de cómo manejar o no la información. El referente del manejo de la violencia y los delitos deben ser los derechos. Los periodistas estamos obligados frente a la comunidad a hablar de todo, pero deben haber dos características para que eso suceda.
¿Cuáles?
Una debe ser de interés público y la otra debe tener como único referente el respeto al derecho de las personas, como por ejemplo a la presunción de inocencia, a la dignidad, a la vida privada, etc. Los códigos de ética de la Unesco, por ejemplo, están basados en este respeto a los derechos. Los periodistas estamos obligados a respetar estos códigos, no solo por razones legales, sino también por razones de ética profesional.
¿Cómo hacer que los medios no se conviertan en actores de violencia?
Los medios y los periodistas somos actores importantes en el reforzamiento de comportamiento violento en la sociedad, no inducimos comportamientos violentos, pero sí los naturalizamos, reforzamos valores discriminatorios, sexistas, machistas o de discriminación social. Entonces, así como tenemos esa facultad, tenemos un gran poder para hacer lo contrario. Hay que entender que tenemos una profesión fascinante que puede llegar a la gente.
¿De qué madera se puede aportar para que se frenen estos actos de violencia?
Los medios necesitan estándares de producción de noticias. Los códigos de ética de estos en América Latina son aspiracionales, por eso necesitamos manuales de procesos editoriales que describan claramente qué puedes hacer y qué no. No es un acto de autocensura, sino de autorregulación. En México hubo un hecho conocido como ‘las muertas de Juárez’. En ese caso un manual pudo decir que no se puede utilizar ese cliché, se lo pudo cambiar por ejemplo por ‘las mujeres asesinadas’. Eso va reforzando comportamientos en la comunidad para observar que eso no es correcto, que la violencia contra las mujeres es un delito. Pero estos estándares deben ser aprendidos por los periodistas, interiorizados y que haya mecanismos de veeduría, evaluación y sanción de tipo administrativo laboral.
¿Cómo inducir a la gente acciones contrarias a la violencia, sin juzgar si son correctos o no los actos o delitos que miran a diario?
De todas maneras cuando se informa del delito y la violencia se suele juzgar. Por ejemplo, en un delito contra una mujer por parte de un hombre tiene que verse reflejado como un acto machista, sin caer en el papel inquisidor. La propuesta no es disfrazar los hechos violentos o presentar la realidad bonita. Los periodistas solemos bestializar a los actores de un hecho. Con el periodismo no denigro ciudadanos, si con esta profesión estoy haciendo eso, estoy inmediatamente denigrando la profesión, también me estoy devaluando ante la sociedad y ante mí mismo como periodista.
¿Por qué los medios de comunicación deben difuminar las imágenes de ciudadanos investigados por delitos?
Porque la Constitución de Ecuador y tratados internacionales amparan el debido proceso a las personas, simplemente.
¿Respetar el derecho de las personas ya estaría contemplado difuminando rostros o no se deberían presentar fotos de personas procesadas?
Si la autoridad presenta a un individuo como delincuente, se debería fotografiar al policía o al fiscal para denunciarlo porque no respetó el derecho al debido proceso. Ese sería un mundo ideal, pero los periodistas a veces conciben esta profesión como un apéndice del poder autoritario.
¿Por qué?
Porque considero que el periodismo judicial no ha tenido en mente el componente oficial del periodismo: la duda.
¿Qué pasa con los alias?
Todos son inventados por la Policía y los periodistas, o la Fiscalía y los periodistas. Son estigmatizantes, denigrantes, no aportan información y no me parece que es lo que la gente quiere. Me parece que tenemos tantos años de reforzar una cultura de violencia, de la denigración del otro. A estas alturas no estamos en condiciones de saber qué quiere la gente porque la hemos inoculizado. Supongo que la gente del cartel del norte (de drogas) dirá lo mismo, nosotros vendemos cocaína porque la gente quiere, esa no es una razón suficiente.
¿Esta realidad se vive en todos los países?
La prensa en todos los países del mundo ha vivido un proceso semejante, no es privativo y se ha ido resolviendo con una ley que ampare a los imputados y a las víctimas, un cambio en la cultura de periodistas, una sociedad más crítica. Hay cosas que se publican en nuestros países que en Francia generarían una revuelta. Hay imágenes y lenguajes que por mucho menos que eso la gente allá saldría a incendiar autos. Yo aspiro como ciudadano a que el periodismo sea una profesión respetada porque no lo es.
Las FF.AA. de Ecuador tendrán como prioridad la lucha contra el crimen. ¿Es la salida contra el narcotráfico?
En México y en todas partes es evidente que el Ejército es un poder en sí mismo. Es ingenuo pensar que está al servicio del poder o sometido a este. En la medida en que tenga funciones que no le corresponden por ahora, irá creciendo como poder autónomo, van creciendo sus poderes fácticos. Habrá algunos actores del Ejército que se irán articulando a formas de delincuencia organizada. En México, importantes actores de las FF.AA. están vinculados a actividades como el narcotráfico o la extorsión, el fusilamiento, las ejecuciones extrajudiciales o las desapariciones forzadas, no es un chiste. El Ejército se vuelve un monstruo temible, lo es, pero en países donde es totalmente opaco esto empieza a aparecer. Lo que haces cuando militarizas la seguridad pública es complicar el problema, traer más víctimas mortales y generar verdaderos vacíos grandes de poder institucional.
Para que haya un mayor nivel de justicia ¿la solución es fortalecer a la Policía y a las Fuerzas Armadas?
Más que fortalecer como lo hacen estos políticos populistas que tenemos, se trata de profesionalizar e institucionalizar. En países de América Latina, la Policía no está institucionalizada. No está habilitada para hacer investigación profesional. No tiene el equipo, no tiene el entrenamiento ni la ética profesional ni la noción de cuál es su papel en la comunidad. El Ejército es un actor que está concebido más para reprimir temas sociales locales que para cualquier cosa que sea más democrática y ciudadana. No es necesario inmiscuir al Ejército en la seguridad ciudadana, eso ya ha costado caro en países como México y Guatemala.
Y entonces…
Hay que promover la profesionalización integral de la Policía, establecer normas democráticas que transparenten la información pública, el uso regularizado de fuerzas, protocolos de actuación policial, la investigación científica. De otra manera tendríamos fenómenos muy visibles de operativos, pero no tendremos ninguna eficacia.
En Ecuador empezaron a operar los policías y los militares en las calles en un trabajo conjunto, ¿cree que si van juntos ese dará resultados para frenar la violencia?
La violencia no necesariamente está en la calle. En el informe de Salud Pública y Violencia de las Naciones Unidas dice que el problema de violencia en la calle de Ecuador es marginal. El discurso de los políticos es contrario. Ellos dan la idea de que en la calle hay violencia, pero en Ecuador la violencia que se atribuye al crimen organizado es ínfima respecto de la que se llama estructural o gris, que es la que no se ve.
¿Dónde está?
En los hogares, en los hospitales, en las escuelas y en las prisiones. La violencia social está invisibilizada. La violencia contra las mujeres en Ecuador es terrible. Mientras eso persista yo no veo posibilidades de que sacando tropas a la calle haya una solución. La reproducción de la violencia no está ahí, está en los espacios cerrados y está siendo fomentada en la cultura mediática global, desde la Policía y el Estado. En México hay casos de niños que extorsionan a otros niños, que son secuestrados, niños que matan a otros niños que denotan no un tema policiaco sino de opinión pública y que el Estado ha negado sistemáticamente. Si frente a eso sacas tropas a la calle, hazlo, estarás intimidando a la ciudadanía, promoviendo escaladas de violación de derechos humanos. Ellos saldrán hoy a hacer recorridos, mañana saldrán a matar y los periodistas dirán que las víctimas son sicarios. Cuidado con fomentar la visión de que el problema se resuelve con tropas.
¿Cómo frenar la delincuencia transnacional?
Es un tema bastante complejo. A estas alturas el crimen organizado tiene conexiones a nivel global. Según organismos internacionales, hay 52 delitos con implicaciones globales. El primero es el tráfico de drogas, luego el tráfico de personas, la extorsión, el secuestro y otras, tienen vinculaciones, están atravesados entre sí como giros que tienen ramificaciones de orden global. Un planteamiento que se ha insistido es establecer mecanismos para afectar su base patrimonial. La delincuencia organizada necesita una base patrimonial importante, si se la afecta los estarán perjudicando. En México no se está afectando la base patrimonial, se llenaron las calles de militares pero el patrimonio del crimen organizado está intacto porque su base está en los centros financieros. Ahí nunca se van a hacer operativos, son hechos paliativos. La base patrimonial está disfrazada.
HOJA DE VIDA
Marco Lara Klahr
Su vida. Es director de minimedia otromexico;coordinador del Proyecto de Violencia y Medios en Insyde; consultor de Open Society Justice Initiative sobre presunción de inocencia y reforma penal en México, y editor de presunciondeinocencia.org.mx. Es profesor de la Escuela de Escritores de la Sogem.
Su punto de vista. El periodista y los medios deben proteger los derechos humanos.