Lunes 2 de julio, al mediodía. La sede de la Izquierda Democrática (ID) en Quito está vacía. En la entrada principal flamean 24 banderas de color naranja con el emblema del partido. En el corredor de ingreso hay una pizarra con noticias de los diarios y caricaturas del asambleísta Andrés Páez.
El edificio, que en los años 90 vibró con el transitar de la militancia naranja, ahora luce solitario; solo alberga recuerdos.
El ocaso de la lista 12 no es algo fortuito. El deterioro del sistema de partidos desde el 2006 hirió a la organización política más importante de la Sierra, desde 1978. Luego se sumaron las pugnas internas que vive la agrupación desde hace dos años y que han hecho que la ID quedara imposibilitada para participar en las próximas elecciones.
Desde finales del 2011, la ID atraviesa por una situación ‘sui géneris’, tiene dos directivas. La una, encabezada por Dalton Bacigalupo y la otra, por Henry Llanes, que tiene el apoyo del asambleísta Páez. Ambos grupos son irreconciliables y han hecho pública su disputa por el poder, lo que hizo que el Consejo Nacional Electoral (CNE), tras ambiguas decisiones, decidiera congelar el trámite de reinscripción de esta organización hasta que, de forma interna, se dirima conflicto.
La ID tiene 15 días para solucionar una crisis que en dos años se ha profundizado. Según el calendario electoral, la entrega de las 158 000 firmas válidas para la inscripción de un partido terminará este 18 de julio. El ala de Bacigalupo y la de Llanes saben que no lo lograrán. Por eso, líderes históricos de la ID reconocen con resignación y molestia que esta será la primera vez, desde 1978, que la lista 12 no estará en la papeleta electoral del próximo año. Tampoco habrá campaña naranja.
Las oficinas de la Presidencia de la ID las ocupa Llanes. El edificio del partido, ubicado en la Polonia y Vancouver (norte de Quito), permanece vacío. Ni Páez, ni líderes históricos como Andrés Vallejo o Rodrigo Borja, frecuentan sus oficinas. Es el relato de dos empleados que ayer estaban ahí.
Bacigalupo fue desalojado de la sede a finales del año pasado. Pero él despacha desde varias provincias del país, argumentando, como así lo reconoce el CNE, que aún es la figura naranja máxima.
Desde finales del 2004, Borja, el líder más importante del partido, dio un paso al costado para retirarse de la política y entregar la conducción de la ID a las nuevas generaciones. La opinión pública siempre cuestionó al ex presidente Borja por no formar relevos.
Desde ese año, la lista 12 comenzó a decaer. En el 2006 ya no puso candidato presidencial y en el 2009 se resignó a ceder su poder en la Alcaldía de Quito y en la Prefectura de Pichincha.
El electorado capitalino, que por casi 30 años fue fiel a la ID y a también a la DP, se desplazó hacia Rafael Correa y Alianza País.
La época de oro de la ID había terminado. El partido nació en 1970. Borja, en su libro ‘Recovecos de la Historia’, cuenta que en ese año participaron para legisladores cuando se iniciaba el último velasquismo. En dos años vino la dictadura y el Congreso desapareció. Borja, Manuel Córdova Galarza, Raúl Baca, Andrés Vallejo, fueron los rostros del nuevo partido que, desde 1978, no se perdió una contienda electoral.
El analista Felipe Burbano de Lara cree que el mérito de la ID fue proyectarse como “un partido organizado que recogía los pedidos de la sociedad ecuatoriana de clase media”. Su mensaje fue la justicia social con libertad, que luego se volvió eslogan de campaña, junto con el pegajoso ‘jingle’ del publicista Alfonso Agulló, que dio ritmo al estribillo: ‘Rodrigo, Rodrigo, el pueblo está contigo’.
En su tercer intento (1988), Borja fue presidente y la ID, la fuerza más poderosa. Vallejo recuerda que en ese año el partido tenía 200 000 afiliados, organizados desde los barrios. Captó el 40% de curules en el Congreso y ocupó 17 de las 20 prefecturas. Entre 1978 y el 2006 puso cinco presidentes del Congreso: Baca, Jorge Zavala B., Vallejo, Guillermo Landázuri y Wilfrido Lucero.
El símbolo del poder de la ID se plasmó en el edificio de la calle Polonia, inaugurado al final del mandato de Borja. Allí se lanzaron candidaturas y también se organizaron reuniones para analizar la posición del partido en la década de inestabilidad política del país, entre 1997 y el 2007, donde la ID fue juez y parte.
El ex presidente Lucio Gutiérrez, quien salió del poder en el 2005, sostiene que en su caída y en la de Abdalá Bucaram (1997) la ID se alió a los desestabilizadores. Gutiérrez, en el poder, cuestionaba la falta de apoyo naranja.
Burbano de Lara cree que el papel de la ID fue clave en esas rupturas. Borja cuestionó a Bucaram, Jamil Mahuad y Gutiérrez.
En la sede ya no se oyen consignas; hay silencio. Los pocos murmullos salen del tercer piso que la ID arrienda a la Fundación ‘Coaching Empresarial’.
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