Minutos antes de las 07:00 de ayer, Humberto Cholango, presidente de la Conaie aún descansaba. Estaba recostado sobre la estera y un delgado colchón en una litera de madera.
La mañana destellaba más luz y con ella, el dirigente indígena de 37 años se incorporó. Unió sus dos manos para enfatizar que uno de los objetivos de la Marcha por la vida, que salió de Zamora el 8 de marzo, es volver a unir a las organizaciones y al movimiento indígena, que se fisuraron en el gobierno de Lucio Gutiérrez.
Su pálpito le indica que lo está logrando. El apoyo logístico que la marcha ha recibido en los casi 600 km de recorrido es para él una señal. También las vivas que le han dado en cada poblado.
En el tramo final de la caminata, Cholango se alojó con otros dirigentes y participantes en la casa comunal de la Unión de Organizaciones Indígenas Jatarishun, del cantón Saquisilí, (Cotopaxi).
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A las 07:00, en los fogones de la cocina, las mujeres preparaban el desayuno: colada de máchica con leche, arroz, carne estofada y plátano frito. Los hombres ayudaban a levantar los ollones.
Los indígenas, campesinos, estudiantes y más participantes de la movilización marcaron el ritmo de la marcha con la intención de llegar a Quito, mañana. Era la largada final: estaban a 72 kilómetros de entrar a la urbe por el sur. Ayer, antes de llegar a Tambillo, convocaron, a los quiteños para que los recibieran.
Su llamado fue el de la “reconciliación nacional” y el de “plantear al país una agenda de debate”. “Que nos den las llaves de la ciudad, como a Hillary Clinton”, ironizó César Huelva, coordinador nacional del Seguro Social Campesino. Los indígenas sabían que no era posible acampar en El Arbolito, lugar mítico para sus protestas. Por eso ven a Plaza Indoamérica o a El Ejido, frente a la Caja del IESS (centro de Quito), como otras opciones.
Los temas planteados
En su rueda de prensa, los dirigentes indígenas, acompañados del prefecto de Cotopaxi, César Umajinga, reiteraron su plataforma de lucha. Mesías Tatamuez, presidente del Frente Unitario de Trabajadores, dio parte del discurso donde planteó la aprobación de las leyes de Agua y Tierras, el rechazo a la actividad minera y al Decreto 813 sobre las renuncias obligatorias. También demandan facilidades para el ingresar a la universidad, no a la criminalización de la protesta social, el respeto a las libertades, a la democracia y a la administración de la justicia indígena.
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Todos dijeron defender la libertad de expresión, opinión e información, aclarando que estos temas no son propiedad del Gobierno ni de los medios de comunicación sino un derecho de todos los ecuatorianos. “Un periodista puede escribir un artículo y un académico un libro, pero ninguno debe ser enjuiciado”, comentó el dirigente Cholango.
¿Qué hacer con esta lista de temas prioritarios? Él mantuvo ayer cierto pesimismo frente a la voluntad del presidente Correa para dialogar. Su interés es evidenciar estas diferentes opiniones para que sea el país el que debata.
Si la Asamblea ha dicho que va a aprobar la Ley de Aguas en julio, una vez que se realice la consulta prelegislativa, que no es vinculante, a las comunidades indígenas, ¿tendría sentido la movilización?
Cholango argumentó que esa ley estuvo en la congeladora dos años porque no hubo voluntad política para su debate”.
La agenda de los indígenas tiene alcance nacional, insistieron ayer. Por eso, ni Cholango ni Delfín Tenesaca, presidente de la Ecuarunari, negaron que su marcha sea política. Pero, a su juicio, lo político no es lo mismo que lo electoral. “Todo a su tiempo”, puntualizó Tenesaca, con un llamado al discurso prudente y distante de asambleístas como César Rodríguez o del prefecto Paúl Carrasco, disidentes de Alianza País.
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La reflexión sobre la crisis del país no estuvo solo en el discurso de los dirigentes. Caminantes como Abel Arpi, quien se siente herido por la proclama del Presidente: si a Quito llegan 500 indígenas el Gobierno Nacional pondrá 50 000. “No se trata de cuanta gente vaya sino de cuanta razón tenemos, sometamos a debate temas como el minero y que no se firmen contratos a espaldas del pueblo”. A Arpi le encantaría que Correa le invite a una sabatina, para tratar ese tema…
Para Cholango, Correa no sabe la esencia del sumac kawsay (buen vivir). Antes de salir a Tambillo se acomoda sus zapatos deportivos negros. Ya no usa alpargatas, porque en el gobierno de Jamil Mahuad, según dice, se les ordenó a policías y militares colocar vidrios en Guayllabamba.
Aunque con estrategias diferentes, esta marcha también ha tenido obstáculos. En el puente de Jambelí, a 15 minutos de Tambillo, el general de Distrito de Policía, Juan Ruales, detuvo a la caravana de camionetas, camiones y autos. Indicó que no podían continuar por su exceso de pasajeros pues aquello es una infracción de tránsito.
Tenesaca, Marlon Santi y Natasha Rojas (MPD) le explicaron que así viajaron desde el Pangui (Zamora), porque no les otorgaron salvoconductos para avanzar en buses. Ruales insistió en su negativa y los manifestantes decidieron seguir a pie, pese a la llovizna.
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