Último viernes de campaña y Lucio Gutiérrez tiene un encuentro con la prensa extranjera en un lugar simbólico para el ‘forajidismo’ de aquel abril del 2005.
La cita es en la sede de la Ciespal, el edificio del norte de Quito donde los diputados acosados por el descontento de una parte del pueblo de la capital santificaron el derrocamiento de Gutiérrez, que después de casi 8 años insiste en ser huésped de Carondelet.
El conversatorio es en una pequeña sala con no más de 10 corresponsales y unos pocos miembros de su partido, como el ex canciller Patricio Zuquilanda que ahora quiere ser asambleísta.
Allí el coronel en retiro exhibe su faceta formal de político. Viste terno azul, corbata roja y camisa con broches dorados. Responde con calma a las preguntas y saca de una carpeta con su rostro láminas con cifras económicas de su Gobierno.
Nunca pierde la calma. Ni siquiera cuando a su vicepresidencial Pearl Boyes le preguntan si está preparada para asumir la Presidencia en ausencia de Gutiérrez.
Después de que ‘Perlita’ responde que su relación con el presidencial está basada en la lealtad, él toma la palabra y habla de la protesta ‘forajida’. A ese episodio histórico lo reduce a un supuesto complot entre la guerrilla colombiana de las FARC y los regímenes de Venezuela y Cuba.
El diálogo se ha extendido por más de una hora y Gutiérrez dice que debe marcharse. Junto a Boyes y su primo José Borbúa, jefe de campaña, deja Ciespal con dirección a Radio Quito.
Se sube a un Hyundai Tucson plateado y en cinco minutos llega a los estudios de la emisora. Saluda con Miguel Rivadeneira y Gonzalo Ruiz Álvarez, con quienes conversa algo más de 25 minutos.
Sus respuestas no se salen del guión que ha aplicado en cinco semanas de campaña: cuestionar los escándalos del Gobierno y resaltar los logros de su administración.
Son las 09:15 y ni el coronel ni sus acompañantes han desayunado. Suben al auto y se dan cuenta que el sitio más cercano es el Sweet and Coffee de la González Suárez, un barrio exclusivo de Quito.
Mientras espera que le sirvan un capuchino y un sánduche, asegura que no había caído en cuenta que acababa de salir de Ciespal. “Es un recuerdo que no me trae disgusto”.
Asegura que no guarda ningún resentimiento con el pueblo de Quito, pues dice que no lo tumbó. Y agrega que camina solo y tranquilo por cualquier barrio de Quito porque no tiene miedo al fantasma del ‘forajidismo’.
Mientras desayuna saca cuentas electorales, a propósito de la última divulgación de las encuestas que no le dan ninguna opción.
Él responde con escepticismo frente a esos sondeos. Su mejor argumento para no creer en ellos -dice- es que en el 2002 lo ubicaban entre los últimos y ganó la Presidencia.
Vuelven a la agenda y suben otra vez al Hyundai de su amigo Milton Araujo, un arquitecto que hace de chofer cuando la campaña de la lista 3 llega a Quito.
Van rumbo al barrio La Mariscal a grabar un programa electoral de la cadena RTU-Oromar HD. Ingresa al set de televisión pidiendo disculpas por su retraso. Cuenta que llegó a las 03:30 desde Los Ríos, que apenas había descansado y necesitaba comer un bocado.
Su estilo formal ante la prensa se repite ante los reflectores del canal. De su carpeta vuelven a salir las láminas económicas que no se cansa de exhibir ante las cámaras. En uno de los cortes pide a su asesor de prensa, Carlos Salazar, que llame a la Cámara de Industriales para alertar que llegará tarde.
Mientras graba el último segmento, su jefe de campaña define por celular las cuñas televisivas que han grabado para el remate de campaña.
Es mediodía y el grupo de acompañantes del candidato se va reduciendo. ‘Perlita’ está grabando un programa y el resto tiene que afinar el recorrido de la tarde. Por eso Gutiérrez está rodeado solo por su primo José y su amigo Milton. Ningún miembro de la Fuerza Pública brinda seguridad al ex Mandatario. “Ni nos ofrecieron ni lo necesitamos. Yo mismo me encargo de mi seguridad”.
Con casi media hora de retraso llega a su cita con los industriales, que lo esperan en el noveno piso del edificio de las Cámaras. Las palabras de bienvenida las pronuncia Nicolás Espinosa, presidente de la Junta Directiva de Industriales de Pichincha. Se dirige hacia el visitante como “presidente Gutiérrez”, por haber ejercido ese cargo.
En la reunión están 16 representantes de las industrias. Entre ellos Raúl Sagasti, ex ministro del ramo del presidente Rafael Correa.
Por más de una hora, el presidencial presenta su plan económico y responde las preguntas de sus interlocutores, que están interesados en conocer sus políticas de incentivos para el sector y para la generación de empleos.
Es la hora del ‘campañero’
Las citas formales terminan. Es el momento de prepararse para la campaña de a pie y es necesario cambiar de atuendo. Se dirige al Quito Tenis, donde está ubicado el amplio departamento en el que vive con su familia. Abre la puerta y lo primero que hace es preguntar si ya llegó “la doctora”, en referencia a Ximena Bohórquez, su esposa. La empleada doméstica responde que no, así que el coronel ingresa a su alcoba.
Deja su elegante traje de sastre y se pone su camisa roja de campaña con el número 3 en el pecho y unos jeans descoloridos. Toma un par de botas negras que las lustra en la cocina. Se las calza, toma una limonada y vuelve a la calle.
Tiene planificado un almuerzo en el partido, pero al ver el reloj cae en cuenta que el tiempo se le ha venido encima. Así que con su jefe de campaña y su amigo deciden comer algo en el camino. Paran en la pizzería Al Forno de la avenida Brasil, en el norte. Ordena una corvina en salsa de mariscos y una gaseosa. Mientras espera el plato contesta las llamadas de los dos celulares que tiene. Cuando dejan de sonar muestra con orgullo fotos de sus visitas a provincias.
Un comensal de otra mesa le pide que se fotografíe con él, mientras otros le desean suerte al salir.
Para estas alturas en el carro solo viajan él y Araujo, con dirección al mercado de Santa Clara. Allí su partido lo tiene todo listo para el recorrido: banda de pueblo, una pequeña tarima, banderas, calendarios y cientos de cipreses.
Gutiérrez no quiere perder tiempo ante la amenaza de lluvia. Ingresa al mercado donde lo reciben con pétalos y un arreglo de rosas rojas que le entregan las vendedoras de flores. Al son de la banda va entregando arbolitos. “Un ciprés para que vote por la tres” es el lema de los candidatos a asambleístas que lo acompañan como Fausto Cobo o Vicente Taiano.
En uno de los puestos se detiene y se da tiempo para bailar con su dueña, mientras uno de sus partidarios, José Lobatón, con megáfono en mano, recuerda los logros económicos de la era Gutiérrez. “Con Lucio el petróleo estaba a 18 dólares y todo estaba más barato”.
Después de caminar por todo el mercado, el coronel es invitado al área administrativa. Toma el micrófono del sistema de amplificación y explica todo lo que hará si le dejan volver a Carondelet.
Han pasado casi dos horas y la lluvia ya se ha desatado. Así que el presidencial se despide y se embarca en una caravana motorizada rumbo a Atucucho, un barrio popular del norte. Dice que ahí verá cómo están sus encuestas: las de carne y hueso.