Cientos de años más tarde, los espejos siguen sirviendo para conseguir favores de los indígenas.
Volvió a ocurrir esta semana cuando la Conaie, seducida por el brillo que significa conseguir frecuencias de radio y de colocar a un indígena en el consejo que regulará las comunicaciones, arrinconó a su brazo político de Pachakutik para que le abra el camino al Gobierno y se pueda aprobar una Ley de Comunicación a la que se había opuesto.
Pachakutik había sostenido que estaba en contra del proyecto de ley porque pensaba que era restrictivo en el tema de las libertades. Su asambleísta más emblemática, Lourdes Tibán, se llenaba la boca con sus condenas al documento y, a cambio, cosechaba insultos del caudilllo.
Pero al diablo con los principios si sacrificándolos consigo el objetivo histórico de tener cuantas más frecuencias de radio se pueda. Al diablo con que hace poco se haya clausurado una de nuestras radios, la Arutam, y se haya procesado a uno de nuestros hermanos, Pepe Acacho, si así colocamos a uno de los nuestros en el consejo de regulación.
Las explicaciones de los dirigentes indígenas son patéticas. Cuando se le preguntó a Humberto Cholango si con su decisión el caudillo podrá incluir en el veto lo que le venga en gana, respondió con una irresponsabilidad digna de mejor causa: “Eso será un problema del Presidente. Ahí demostrará su autoritarismo”. Como si no lo hubiera demostrado ya a costa de sus propios pueblos. Frecuencias por espejos. Finalmente los términos de intercambio son los mismos.