Entrevista del día / Manuel Alcántara. Académico español
¿Por qué está aquí?
Su experiencia. Catedrático de la Universidad de Salamanca (España). Estudioso de las Ciencias Políticas en América Latina.
Su punto de vista. Cuestiona que el Gobierno dé una connotación antidemocrática a la opinión pública que hace la prensa.
¿En términos académicos existe el llamado ‘estado de opinión’, al que el Presidente ha recurrido últimamente para decir que los fallos que dicta la Justicia son producto de lo que dice la prensa?
La relación entre política y medios es una relación fundamental en la sociedad: genera información y en los últimos 30 años, la línea de investigación, desde donde se produce esta rendición de cuentas horizontal y control.
El Gobierno ecuatoriano cree que esa tarea de la prensa se debe a que es opositora.
Habría una parte negativa si los medios de comunicación inves-tigan de manera sesgada. Y si los medios son empresas que sirven determinados intereses o están concentrados en una sola mano. Allí surgiría la tendencia a la manipulación.
¿Opinión pública es lo mismo que estado de opinión?
Estado de opinión es un concepto un tanto etéreo. La primera vez que lo escuché fue en Colombia, durante la dictadura de Rojas Pinilla, en los años 50. Tanto su llegada al poder como su salida fue analizada desde el concepto del ‘golpe de opinión’. La opinión pública puede ser entendida para unos por los resultados de las encuestas y sondeos. También es esa opinión ilustrada. Los estudios indican que la capacidad de conformar opinión pública por parte de los medios es mucho menor de lo que creemos.
¿Por qué?
Los mensajes de la TV son muy rápidos y la prensa escrita tiene influencia en gente que ya ha formado su posición a priori. La gente que compra el New York Times está más vinculada a los sectores liberales. Los republicanos escogerán The Wall Street Journal. Los conservadores en España leen el ABC y los progresistas, El País.
En sociedades como la ecuatoriana, donde no hay esa rigidez política, ¿cómo se forma la opinión pública desde los periódicos?
Seguro que hay opciones ideológicas que pesan.
¿El factor regional?
Por supuesto. Es obvio cuando tenemos un país con una crisis de su sistema de partidos y un presidencialismo muy fuerte. En ese sentido, los medios de comunicación todavía pueden hacer una función mucho más saludable, cuando hay la concentración del poder en manos de un Presidente que, conviene recordarlo, no tiene todo el poder; solo el 50%, la otra mitad no comulga con él.
¿Lo dice por los resultados de la consulta popular?
Sí y esos sectores tienen que tener su voz. Ocultarla puede ser antidemocrático.
¿Y tacharla como producto de ese estado de opinión que quiere imponer la prensa?
Eso es manipular y tergiversar la realidad. Aquí lo que hay son unos medios que opinan en su ejercicio lícito de la libertad de expresión. ¿Por qué todo el mundo tenemos que pensar igual que lo hace el Régimen?
¿Correa está usando de forma errónea este término?
Decir que se está creando un estado de opinión antidemocrático o que está por encima de las instituciones es usar la lógica amigo-enemigo; la confrontación.
¿En una democracia, el estado de opinión influye en el Estado de derecho y en las instituciones de un país?
No el estado de opinión, son los medios de comunicación los que influyen y tienen poder, de allí su responsabilidad. Sus investigaciones pueden ser determinantes en las decisiones colectivas.
¿Hasta que punto las instituciones de un Estado, sólidas e independientes, pueden hacer contrapeso a la fuerza que puede tener la opinión pública o la prensa?
A más institucionalización, menos capacidad de los medios de cambiar el juego político; no de influir, porque los medios siempre lo van a hacer. Eso se vio con los wikileaks; los medios sacaron los cables y unos estados han ignorado esa información y en otros ha existido reacciones políticas y diplomáticas como sucedió en México o Ecuador.
¿Cuál es el peligro de que Correa quiera llevar a los medios a la disputa política, un terreno que no le pertenece?
Porque esta posición refleja la obsesión de un presidente por controlarlo todo. Es su forma autoritaria de ver la política; allí es donde veo yo ese riesgo.
¿Pero por qué cree que hay ese ensañamiento?
Porque la prensa, en cualquier sociedad mediatizada del mundo, tiene poder y eso no es malo, siempre que haya pluralidad y profesionalismo.