Resulta algo insólito en Argentina que un 1 de mayo no hubiera movilizaciones peronistas en las calles. Las hubo de los sectores de la izquierda antikirchneristas (antiperonistas), y del sindicalismo combativo. Sin embargo, la ausencia notoria fue de la mayoría de trabajadores sindicalizados en la Confederación General del Trabajo, la CGT.
En un país en donde la expresión política se manifiesta en la calle, en donde las hegemonías se producen por la capacidad de movilización, la ausencia de los ‘cegetistas’ es una señal de cuán complejo será el futuro político del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y del Secretario General de la poderosa CGT, Hugo Moyano.
Ambos están enfrentados desde hace tiempo. Nunca sus relaciones fueron buenas, pero la distancia se hizo notoria luego de la muerte de Néstor Kirchner, el 27 de octubre del 2010. Pero se necesitaban mutuamente. Cristina necesitaba de su capacidad de movilización; Moyano –o la CGT- pudo hacerse cargo de los aportes del sistema de salud.
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Desde entonces, las manifestaciones kirchneristas se han realizado sin los sindicatos que es, en definitiva, la esencia del peronismo. Y los golpes de efecto son visuales: CFK llenó el viernes pasado el estadio de Vélez Sarsfield, fundamentalmente acompañada por el movimiento Evita y por La Cámpora, una agrupación de jóvenes militantes, empresarios, profesionales, tecnócratas, que están ocupando puestos claves de gestión en el Gobierno.
Moyano, que busca su tercera reelección, y sus seguidores han sentido lo que significa un peronismo sin ellos y quedaron en silencio. Las acciones del Gobierno apuntan a terminar con la hegemonía de dos períodos del camionero y apoyan al metalúrgico José Caló para las elecciones del próximo julio.
Mariano Recalde, diputado nacional, líder sindical y cercano a Moyano, cree que es lo mejor para el país y los trabajadores que Moyano siga al frente de la CGT, pero la imagen del camionero es de las peores en la opinión pública.