Lo superlativo, las características en su grado máximo, es lo que cuatro candidatos presidenciales buscan mostrar en los ‘spots’ publicitarios de sus campañas; campañas que han elegido como estrategia la personalización. Así, buscan generar su propia marca, identificarse para que los identifiquen los electores.
Esa personalización se asienta en la dialéctica, los gestos y las formas estéticas que reflejen la personalidad del candidato, sus habilidades histriónicas, su astucia, su pasión. Más allá del debate de propuestas, está la excitación escénica a través de un lenguaje próximo para el público objetivo; la iluminación de lo accesorio por sobre lo esencial, el pantallazo televisivo.
Esto, aunque el consultor político Gandhi Espinosa crea que “en esta campaña, corta y con las legislaciones existentes, la TV, antes poderosa, se anula como herramienta para la persuasión política. Con el control remoto en mano, la gente no ve publicidad, menos si no le agrada, y la política no llama la atención”. Además, los ‘spots’ le resultan escasos, pues el elector común no alcanza a recordarlos.
Por sobre ello, los candidatos se empeñan en su apariencia. Si en otro tiempo la política la hacían las ideas, ahora la hacen las personas: para la campaña, estrategia y personalidad deben asimilarse.
Claroscuros con una luz media montan una atmósfera de intimidad, y allí, solitaria, una línea de blues desde la armónica. El ‘spot’ que presenta a Norman Wray, de Ruptura, recrea un momento reflexivo. La estética moderna y minimalista busca fijar el estilo del candidato en un público juvenil y urbano; pero, con esa misma sofisticación, corre el riesgo de no calar en la masa electoral. La música contemporánea baja de volumen y da espacio a un mensaje informal, que en lugar de mostrar propuestas concretas, suelta afirmaciones morales sobre asuntos sociales, en clave testimonial: quien las enuncia apersona de ellas el respeto, la seguridad, la paz, el futuro.
Espinosa considera que el candidato como mesías ya no entra en las campañas, pues ahora debe comunicarse como una persona común, con alegrías y sufrimientos. Pero con lo visto comenta: “Algunos ‘spots’ actuales están bien para un concurso de estética comercial, pero difícilmente para conseguir votos”.
Iván Rodrigo, catedrático de la Universidad de los Hemisferios, también opina que las cuñas de TV no tienen fuerza para captar audiencias, que si bien algunas apelan a las emociones para reconocer al candidato, no hay signo ni concepción mítica que se direccione al imaginario del público objetivo. “Correa en bicicleta habla de un hombre joven y dinámico, pero habría que identificar si se llega a construir en metáfora o ideario”.
Por YouTube, Rafael Correa ha conseguido que su ‘spot’, ‘Bicicleta’, tenga más de 180 000 reproducciones, en sus versiones oficial y extendida. La afición del candidato empata con el auge ambientalista, juvenil y alternativo del ciclismo. Entre banderas, obras de vialidad, educación, salud y paisajes urbanos y rurales, Correa se detiene para contemplar a Bolívar en su abrazo con San Martín (lo cual sugiere una identificación con el referente bolivariano). O para que los niños (la esperanza) se le unan en su recorrido; luego avanza por mares de progreso y campos prósperos, mientras su pensamiento habla de lo hecho y por hacer con conciliación y reflexión (contrario al tono sarcástico de las sabatinas).
Tras el esfuerzo (gesto en su rostro), necesario para alcanzar el sueño ecuatoriano, finalmente llega a una casa indígena (vinculación con sectores diversos) y lo que era voz en ‘off’ ahora es mensaje directo. Cuando el individuo habla llanamente con la audiencia –señala Rodrigo- existe una especie de sinceramiento, reconociendo errores del pasado y la apertura para el cambio; aunque, la población no esté consciente de esa maduración. Además, “ese sinceramiento se oculta en las formas de decirlo, y puede no mostrar a la persona real”.
En el ‘spot’ de Correa, la banda presidencial que en un primer momento se abandonó en el sillón del gobernante, vuelve, en los últimos segundos, a aparecer en la silla de una casa: el poder en la Constitución ya no es de él, sino del pueblo, de los electores. Finalmente: Correa en la cima de un cerro, con el horizonte a sus pies, como ese cuadro -ícono del romanticismo- de Caspar David Friedrich: El caminante sobre el mar de nubes.
“En Ecuador, estamos en una transición para modificar la comunicación política, pues ya no se sigue un esquema rígido”, dice Espinosa. Y Rodrigo advierte que hay una especie de recursos comunicacionales creativos y novedosos; la animación, por ejemplo.
Este recurso se muestra en ‘El reyecito y su corte’, del binomio Acosta – Caicedo, una sátira con guiños a Rafael Correa. El ‘reyecito’, en compañía de un lacayo, identifica a los enemigos de “su revolución” desde epítetos ya conocidos por el ciudadano común: “limitaditos”, “ecologistas infantiles”, “gorditas horrorosas”, “prensa corrupta”. Frente a esos enemigos que “piensan diferente” (entre los que -estratégicamente- se identifica Acosta), la solución es “propaganda”. Con los giros del humor, un lenguaje cercano y situaciones conocidas por la audiencia, este comercial expone al adversario y sus falencias. Todo ello antes de enunciar, directa y vehemente, las propuesta del candidato: “Ni vuelta al pasado ni autoritarismo; siempre más democracia”… “Ahora sí”.
El humor –según Espinosa- es un recurso efectivo cuando tiene coherencia con la personalidad del candidato: ayuda a que el personaje se comunique mejor en un mundo hedonista, donde la solemnidad ha perdido vigencia. Mientras que Rodrigo lo identifica como una forma clásica de la comunicación política que, independientemente del chiste, busca denigrar al oponente.
Sin firma de responsabilidad circula el video ‘La Feriatta’, en relación a ‘La Traviatta’, de Verdi. Abusando del prejuicio de la ópera como expresión para las élites, apunta contra la candidatura de Guillermo Lasso. El video, en clave de parodia, se muestra con falsos auspicios y recrea el estereotipo de la oligarquía burlándose del pueblo, desde su banquete y el vestuario cortesano. Además, se menciona una complicidad con EE.UU., la banca, los medios privados (representados como títeres), el Opus Dei, Nebot y Lucio Gutiérrez.
Por su parte, en su propaganda oficial, Lasso apela a lo tradicional: el candidato en campaña recorriendo el país con las banderas de su movimiento ondeándose tras los pasos del binomio. “Ya viene el otro Ecuador”, el jingle empata con sonrisas e imágenes de prosperidad. Un país diverso, festivo y trabajador, como para mostrar al emprendedor que siembra y cosecha, desde un amanecer esperanzador. ‘Spots’ anteriores hablaban de la familia y los valores.
“El superlativo es el lenguaje infalsificable de los ídolos”, dejó escrito el mexicano Carlos Monsiváis en su libro ‘Los rituales del caos’; y al superlativo apelan los candidatos, mostrándose cada uno, en video, como el flautista de Hamelin de los convencidos.
Norman Wray: “Apostar al futuro implica asumirse y sentirse parte de algo más grande. Para poder cambiar hay que saber que hay algo con lo que hay romper”.
Guillermo Lasso: “Creo. Ya viene el otro Ecuador”. (El jingle se repite durante todo el ‘spot’).
Rafael Correa: “Desesperanza, ese era el nombre de la Patria, hasta que juntos asumimos el reto de construir el sueño ecuatoriano. Un sueño forjado con gran esfuerzo y sacrificio…”.
Alberto Acosta: (Tras la animación) “Ni vuelta al pasado ni autoritarismo, siempre más democracia”.