Los primeros días de septiembre de 1986, el ministro de Finanzas, Alberto Dahik, pasa al estrado del Congreso para ser interpelado por el Frente Progresista.
Aunque dilata las acusaciones de su interpelación, y hace lecturas técnicas, asombra al Congreso y a la opinión pública por su conocimiento en materia económica.
Habló varios días durante varias horas acompañado de una pila de libros técnicos y documentos sobre las finanzas públicas.
Así Alberto Dahik entró a la política. Y lo hizo de manera tan contundente que Andrés Vallejo, presidente del Congreso, juzgó como un error esa interpelación.
Desde ese momento, para muchos, Dahik fue sinónimo de tenacidad y pasión. Todo en la vida lo ha hecho así, y a pasos acelerados. No es raro entonces que hoy sea el hombre más controvertido del país. De él se dicen muchas cosas y hasta cosas terribles, como que manipula al Presidente Durán Ballén y que utiliza el poder en su beneficio.
A la política no solo llegó rápido sino diferente. Porque en 1986 todavía se hacía la política con puñetes y cenicerazos. Con pistolas y cortadas de micrófonos. Ese joven de origen libanés ofrecía una nueva forma: ser concreto (era un técnico), argumentar en vez de agredir, admitir (en palabra por lo menos) que la oposición podía tener razón.
Dahik, con 36 años, fue el ministro más joven del gabinete de León Febres Cordero. El tenía argumentos para seducirlo. A principios de los 80, escribía editoriales económicos en El Universo de Guayaquil. De ahí datan la consolidación de sus relaciones con los propietarios de ese periódico -la familia Pérez- que no han sido ajenos a la celeridad de su carrera política.
Para Febres Cordero debió contar, igualmente, la amistad con Carlos Julio Emanuel. Dahik lo había conocido en Guayaquil durante unas vacaciones universitarias, mientras realizaba investigaciones sobre la historia económica del Ecuador. El era gerente de la sucursal mayor del Banco Central, y fue quien lo vinculó a la institución como gerente técnico en 1980.
Para entonces, el actual Vicepresidente había ido rápido en la Universidad de Princeton, donde estudiaba: en dos años aprobó los exámenes doctorales en economía. Años antes ya se había graduado en economía y matemáticas puras en Western, Ontario.
Matemáticas y política, una mezcla nada tradicional y que, con más éxito ha puesto de moda, el presidente Fujimori.
“Me he transformado de matemático a político -dijo alguna vez-. Utilizo las dos cosas, con ambas se puede trabajar”.
Dahik ha sido un hombre que sabe sumar: El Universo, Emanuel, Febres Cordero y Ricardo Noboa, su amigo desde que estaban en el colegio Cristóbal Colón, donde hizo primaria y secundaria.
Y fue casi de la mano de Febres Cordero que entró al Gobierno; manteniendo, sin embargo, un perfil técnico. Allí pasó en dos años de asesor económico del Presidente a Ministro de Finanzas. Con un intermedio como presidente de la Junta Monetaria.
Durante ese tiempo mantuvo buenas relaciones con los socialcristianos. Y todo apuntaba a que sería uno de ellos.
Pero el distanciamiento comenzó, y no por cuestiones de teoría económica, como ahora aseguran los socialcristianos.
Conservadores y ex-Puristas sostienen que en los viajes para renegociar la deuda, él estaba siempre cerca de Sixto Durán Ballén. Los unían la música clásica y religión. Estos vínculos fueron tan fuertes que hasta iban a misa a las 6 de la mañana.
A la hora que ellos salían, los otros funcionarios socialcristianos apenas llegaban de sus paseos nocturnos… Y eso Dahik no lo tolera.
El es religioso de esos que practican, tienen imágenes de la Virgen en su escritorio, en su casa y en su billetera. Y es moralista. De aquellos que escriben a las revistas (lo hizo a La Otra) para protestar contra un artículo sobre la masturbación. ¿Pertenece al Opus Dei? Es lo que se dice en algunos círculos sociales de Guayaquil.
La fe, la moral y la familia que es para él uno de sus ejes. La austeridad, entendida a su manera, es otro de sus sellos de marca. Por eso se casó en una ceremonia muy sencilla con Ana Loor Martínez, con quien tiene cuatro hijos.
Su perfil daba como para ser militante del Partido Conservador (PC). Y ahí llegó el 17 de julio de 1987. Es curioso: con Dahik las cosas parecen tener una doble lectura. Porque en ese momento la prensa preguntó por qué prefería un partido casi moribundo al PSC. Con una salvedad: en menos de un año se sentó en la silla del director. De ahí que hasta sus amigos digan que Alberto Dahik no da puntada sin dedal.
También en el PC, Dahik se arrimó al árbol que más sombra daba: el coronel Armijos. Con él guardó una estrecha amistad. Y lo conoció tanto y tan bien que, ahora cuando cuenta cachos -dicen los diputados Wilman Costa y Freddy Bravo- también
cuenta las anécdotas sobre el coronel. Lo hace con mucho humor.
El segundo Dahik (el político) se expresa plenamente a través de un reto: reconstruir el PC. Por allí comienzan sus viajes al país en avión (en ese momento no tenía uno propio) y carro.
Fue un trabajo de cuatro años. Con réditos: llega a la diputación nacional con 200 mil votos. Y en 1990, en las elecciones de medio período, logró meter a dos diputados provinciales más.
Ese trabajo es parte de su deporte favorito: ganar. Así se comporta cuando juega tenis, futbolín o billa. Una vez no fue a una importante cita de negocios porque un invitado le ganaba una partida tras otra. El prefirió seguir jugando para tratar de ganar…
No toma trago en esos momentos ni en las recepciones sociales en las que nunca baila. No porque no le gusta sino porque está peleado con el ritmo.
Sus amigos juntan sus extremos. Tenaz, complejo, con opiniones definidas y conociendo perfectamente su norte. Pero también sabe ser extrovertido y abierto. Esto desde siempre.
Hay una cualidad insospechada pero fuera de todo escenario político: su informalidad. Hace algunos años fue a retirar en una moto vieja al aeropuerto a Francisco Swett. El lo esperaba completamente vestido de blanco. Dahik, no se sabe si adrede, pasó por un charco y bañó de lodo al guayaquileño, conocido por su elegancia.
Dahik tiene futuro. De ahí el énfasis hecho por sus amigos (y por el propio ministro de Gobierno) en afirmar que las controversias en las que se ve envuelto tienen una explicación: sus enemigos quieren minar su carrera que debe, se sobreentiende, terminar en Carondelet.
Nadie le puede criticar por no ser previsivo. Lo es aún contra los viejos militantes del PC que lo acusan de renegar los principios y solo interesarse por el poder.
Sus inversiones políticas, las hace a largo plazo. Al término de su colaboración con el PSC siguió, por ejemplo, manteniendo los contactos con Sixto Durán Ballén y con su hija Alicia, que en 1990 se afilia al Partido Conservador.
Dahik quería que Durán Ballén sea un conservador, y pasaba largas horas con Finita y Alicia, tomando el té.
Durante la creación del PUR y los primeros pasos de la campaña el mantuvo un perfil bajo.
Sus partidarios ratifican parte de esta versión. Pero le dan otra interpretación: esto se debía al respeto que profesa el Vicepresidente por el Presidente. Esa línea ambigua se ha mantenido durante los tres años de Gobierno.
UN ITINERARIO VELOZ
Los primeros años: Alberto Dahik, descendiente de libaneses por ambos lados, nace en Guayaquil, en 1953. Estudia la primaria y secundaria en el Colegio Cristóbal Colón.
Los estudios: Se va a Western, Ontario. Ahí se gradúa en economía y matemáticas puras. En Princeton hace su doctorado en Economía.
La política: En 1984 entra en el Gobierno de León Febres Cordero. En el 86 lo censuran como Ministro de Finanzas. En 1987 se afilia al PCE, un año después es diputado nacional. Y en 1992 es electo Vicepresidente de la República.
Texto recuperado gracias a Explored/Hoy.