La casa de María Atupalo, de 30 años, está en la comunidad El Galpón, de la parroquia Quisapincha, al oeste del cantón Ambato (Tungurahua). El frío a 3 200 metros de altura sobre el nivel del mar es insoportable. La mujer se protege con una chalina de lana color verde, un sombrero, pantalón deportivo y botas de caucho.
En el pueblo habitan 320 familias, de las cuales el 80% está dedicada a la agricultura, la artesanía, la crianza de animales menores y a la albañilería. Ellos trabajan en Ambato, Quito y otras ciudades. El 20% restante tiene familiares que migraron a España, Venezuela y Estados Unidos.
Llueve. Atupalo en cada paso se hunde en el espeso lodo que cubre la vía que parte a la comunidad en dos. Los pocos habitantes parecen fantasmas. Caminan por los corredores de sus casas de bloque y teja y luego desaparecen.
Esta población, ubicada a 14 kilómetros de Ambato, antes de las votaciones para la consulta popular recibió una oferta: la construcción de una escuela del milenio. La propuesta fue del presidente Rafael Correa, en su visita a la plaza central en Quisapincha.
Una delegación de El Galpón asistió a ese mitin político. Una de ellas fue Atupalo. Allí escuchó por primera vez el contenido de las 10 preguntas de la consulta.
En el pueblo, las paredes de las modestas viviendas no están pintadas, ni en los postes cuelga propaganda oficialista o de los partidos opositores. “No sé leer, pero decidí votar en cuatro preguntas por el Sí y las otras por el No. Faltó información, nadie nos ayudó”, reflexiona la campesina.
Durante los 45 días de campaña a El Galpón, no llegó la maquinaria proselitista. Manuel Machaquiza, vicepresidente de la comunidad, dice que es apolítico. Por eso decidió no trabajar por ninguno de los dos bandos. “Dejé que la gente analice y ellos sean quienes decidan”.
Machaquiza dice que ahora no sabe si el ofrecimiento del Mandatario para construir la escuela del milenio se cumplirá, porque en Tungurahua perdió el Sí. “Esperamos que el ofrecimiento no solo haya sido por la campaña. Necesitamos una escuela para que los niños se eduquen y no migren a otros sitios a estudiar”.
A pocos pasos está la casa de Amelia Guangopala, de 25 años. Comenta que de la consulta popular solo se enteró por las noticias y la propaganda de la televisión. “Nadie nos dijo qué hay que hacer, nosotros tuvimos que decidir en el momento que nos entregaron la papeleta”.
Según los dirigentes del Movimiento Indígena de Tungurahua (MIT), la falta de recursos para la movilización impidió recorrer las 170 comunidades que son afiliadas es esta agrupación. Para el trabajo el MIT se unió con el MPD, el Frente Popular, las federaciones de estudiantes universitarios y segundarios y Pachakutik.
Manuel Ainaguano, presidente del MIT, cuenta que apenas los dirigentes provinciales y nacionales lograron recorrer 80 comunas, mientras que los directivos de las organizaciones indígenas de segundo grado alcanzaron entre el 80 y 85%. “La estrategia fue que los directivos del MIT y de Pachakutik trabajaran en el campo y las otras tiendas en la ciudad”.
A pesar de esas limitantes, su estrategia de participar en las asambleas, sesiones de trabajos y reuniones en cada una de los poblados, donde asistieron entre 200 a 1 500 personas, dio resultados. El No ganó en Tungurahua.
En la comunidad Yatzaputzan de la parroquia Pilahuín, a 40 kilómetros de Ambato, también los dirigentes del MIT asistieron a las reuniones con los pobladores. En el lugar les explicaron que debían votar No. “Analizamos las preguntas, pero decidimos votar por el Sí porque tenemos apoyo del Gobierno”, explica César Chimborazo, titular de la organización.
Dice que no podían dar la espalda al Gobierno, pues la comunidad se benefició de algunos proyectos: se les entregó ovinos financiados por un crédito de USD 5 000 del Banco de Fomento. Además, con el programa Socio bosque les pagan anualmente USD 10 000 para 300 familias y proteger esta comunidad.