Édison Cosíos ingresó al Eugenio Espejo para ser atendido por las lesiones que le ocasionó el impacto de una bomba lacrimógena en la cabeza. Él, junto con otros estudiantes, había salido a protestar en contra del bachillerato unificado. Su caso fue difundido ampliamente y el presidente Correa lo visitó. Ofreció llevarlo al exterior.
Pasaron los días y la atención pública para Cosíos fue desmayando. Aparentemente las cosas mejoraban pero había un problema: solo dormía por el día y en la noche no podía conciliar el sueño.
La solución fue administrarle un somnífero, pero eso hizo que se quedara dormido ininterrumpidamente.
A poco de eso, el estado de salud de Cosíos se complicó severamente por una deshidratación que se ocasionó, probablemente, por una inadecuada administración de los sueros, lo que ocurrió el fin de semana cuando no están los médicos titulares. Esto le ocasionó una insuficiencia renal que puso su vida en riesgo. Actualmente a Cosíos se le somete a un proceso de diálisis .
Las últimas noticias dicen que Cosíos fue operado por una hidrocefalia y que sus padres no hacen otra cosa que esperar que alguien les ayude a llevarlo al exterior o a una clínica particular. El Presidente lo visitó el jueves.
Lo que le ocurre a este chico es la mejor evidencia de que no importa cuánto se invierta en salud si esa inversión no está bien dirigida. El drama de Cosíos, visto a la luz de los USD 406 millones de la emergencia de Salud y de la multimillonaria propaganda sobre lo que se hace en Salud, es una bofetada al país.