Dos tercios de ecuatorianos se aglomeraron en torno a Rafael Correa, hecho inédito, tanto como que nunca la oposición fue tan débil. La diferencia con el segundo recuerda el resultado de Cristina en Argentina. Son los signos de los tiempos y del crecimiento económico regional.
La tercera elección sucesiva del Presidente-candidato muestra cuán exitosa fue la introducción en Montecristi de esa figura institucional extraña, que se complementa con un espectro de reelección indefinida que aparece, por ahora, nebuloso en el horizonte. Correa obtuvo una votación uniformemente alta en la Costa -superior a su media nacional-, que consagra la tendencia de instalarse en los territorios del populismo clásico, y deglutir a sus bases.
Pero fue mas allá de esos sectores sociales marginales de Bucaram y Noboa e instaló sólidas alianzas con nuevas clases medias locales y empresarios territoriales, beneficiarios de nuevos consumos e inversión pública, líderes a su vez de sus entornos rurales-.
De otra parte, la captación electoral de Correa en la Sierra camina por rutas que ya quedaron antes abiertas. Imbabura, Santo Domingo y Azuay se confirman como bastiones de AP con resultados comparables a la Costa.
La estrategia de polarización creó un cerco de impermeabilidad para la influencia de la oposición. Por sobre la mitad de votantes de las provincias de Pichincha, Bolívar, Cotopaxi y Cañar se adhirieron a la corriente presidencial, mientras que por sobre la mitad de votantes de las provincias de Chimborazo, Loja, Tungurahua y Carchi adhirieron a la oposición “sumada”, ficción que solamente sirve para el análisis, pues no tuvo una plataforma común.
Guayaquil y Quito son decisivas, pues junto con las urbaciones (Durán, Sangolquí y Machachi) superan un tercio de los votantes nacionales y alojan a las mayores cuotas de modernidad. Guayaquil siempre tendió a la aglomeración electoral con sustentos carismáticos en torno a un candidato, mientras que Quito tendió a la mayor dispersión, según se adujo, entre varios candidatos, asociada a la deliberación y a la sede del Gobierno.
Los resultados insinúan que en Guayaquil se han configurado nuevos anillos clientelares asociados a la política mediática; mientras en Quito las adhesiones de la ‘nueva’ clase media asentada en el consumo habrían desplazado a la ‘vieja’ clase media crítica.