No se los oye decir nada ahora que regresa Alberto Dahik. Su postura está en las antípodas a la que tuvieron siete años atrás. En abril del 2005 algunos de los ahora más disciplinados soldados de la revolución ciudadana lanzaban pestes contra la ‘Pichi’ Corte de Castro Dáger. Se les erizaba la piel al conocer que había anulado tres juicios, entre ellos el proceso penal contra Alberto Dahik por el caso de los “fondos reservados”.
Agrupados en la denominada Asamblea de Quito no sabían cómo sacar a esa Corte que había permitido el regreso del padre de la larga noche neoliberal y otros personajes de triste recordación para la vida política criolla. Por entonces eran adalides de la transparencia y quien osaba preguntar si cabía el regreso de Dahik debía ir a las llamas purificadoras.
Ahora, años más tarde, no se oye ni un susurro de sus bocas. De sus labios no hay una sola crítica al magistrado Hernán Ulloa que, palabras más o palabras menos, permite el retorno de un economista que reencarna al neoliberalismo.
Esta vez no dicen nada de la resolución de Ulloa, que tiene la divina protección de la santa trinidad de la Judicatura Transitoria creada desde Carondelet. No lanzan pestes contra un dictamen que estuvo antecedido por el pedido de amnistía del comandante en jefe de la revolución ciudadana.
Recuerdo que en la primera fila de esa Asamblea de Quito, que estaba en pie de guerra contra la ‘Pichi’ Corte, estaban, entre otros, el ahora alcalde Augusto Barrera y el presidente del IESS, Ramiro González.