A ritmo de los sábados

Una carajeada o un sarcasmo que se lance desde un enlace sabatino basta para muchas cosas.

Un golpe en la mesa, por ejemplo, bastó para acabar con la existencia del coronel César Carrión, quien por haber dado una entrevista a CNN terminó con sus huesos preso por seis meses, bajo lunáticas acusaciones de intento de magnicidio.

Bastó un chistecito, como ocurrió hace dos sábados, para humillar al alcalde de Quito y ridiculizar de la forma más perversa posible todo el proceso que había llevado a cabo para darle un nombre al nuevo aeropuerto de Quito.

Fue suficiente también una carajeada para que los cuatro miembros de la veeduría que observó los contratos de Fabricio Correa con el Estado y que dijeron que el Presidente conocía de ellos para que se inicie un juicio que los tiene implorando para que algún otro país los proteja.

Pero esos ajos y esos chistes no llegan cuando, por ejemplo, se trata de poner al país a resguardo del ridículo que el canciller Ricardo Patiño lo somete como cuando condicionó una entrevista a CNN a cambio de que no le hagan preguntas incómodas.

O para que alguien en la Fiscalía sienta vergüenza y ordene investigar sin dilación, como lo ha hecho en otros casos que han sido urgidos desde los enlaces, esos dos bofetones a la dignidad nacional que son la narcovalija o la sospecha del fraude judicial y político más grande que se recuerde: Chuky Seven.

El país se mueve al ritmo de los sábados. Triste fin para un pueblo seducido por el encanto caudillista.

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