No es casualidad que casi todos los candidatos a asambleístas pidan con insistencia a sus electores que voten en plancha por su partido o movimiento.
Ellos saben que el sistema electoral maquinado por el oficialismo favorece a las agrupaciones que más votos en plancha consiguen, por encima de aquellos aspirantes con una alta votación personal.
Pero no solo la aplicación del método de D’Hondt en la asignación de los 116 escaños provinciales beneficia al partido que más votos en plancha logre.
Las división en distritos de Guayas, Manabí y Pichincha, así como el cambio de la realidad política, ponen en una posición de privilegio a la fuerza mayoritaria. Por ello, a los postulantes con fuerte votación personal, pero sin arrastre electoral del resto de su lista, se les pone cuesta arriba llegar a la Asamblea.
Los problemas para las minorías comienzan en que las curules se reparten en función de la votación total de los partidos.
Por eso, aunque un candidato tenga una alta votación individual puede quedarse fuera si no logra arrastrar votos al resto de sus compañeros de lista.
Esta distorsión se puede registrar en virtud de que el modelo permite que una persona fraccione su voto entre diferentes aspirantes de distintos partidos.
De ahí que, por ejemplo, candidatos como César Móntufar (SUMA), quien corre por una de las 4 curules del Distrito Norte, pida que voten por toda su lista y que no dividan su voto entre 4 candidatos diferentes.
D’Hondt y los distritos Cuando ya se han sumado los votos de cada partido entra en juego el método D’Hondt y la distritalización de las provincias grandes. Si bien esa fórmula ya se usó en el pasado, su beneficio para los partidos grandes se acentúa en zonas pequeñas.
“El método D’Hondt tiene la tendencia a sobre representar a las agrupaciones que obtienen las mayores votaciones. Sin embargo, mientras más pequeñas son las circunscripciones más tendencia natural a la concentración habrá”, explica el matemático Juan Carlos Bustamante.
Ese beneficio de la fórmula D’Hondt al partido con más votación se dará en los distritos de Pichincha, Guayas y Manabí, que tendrán un tamaño similar al del resto de provincias del país.
De hecho, en el 2002, los 18 escaños de Guayas eran elegidos por toda la provincia. Pero, en febrero Guayas elegirá 20 curules a través de cuatro distritos.
Andrés Mejía, profesor e investigador del Instituto de Estudios de Desarrollo en Londres, explica que la división de provincias más grandes impide que grupos pequeños puedan acceder a escaños de minoría. “En Guayas, Pichincha y Manabí siempre había espacios abiertos para partidos marginales. Pero con los distritos se refuerza el efecto mayoritario del partido grande”.
La tercera variable que entra en juego a favor del partido más votado es el cambio del equilibrio de fuerzas en el país. A diferencia de elecciones legislativas como las del 2002, en que había partidos regionales como el PSC y el PRE en la Costa y la ID y Pachakutik en la Sierra, esta vez A. País es la que domina el escenario. “Hay una fuerza mayoritaria muy grande y el resto está fragmentado. Esto hace que ninguno de los otros grupos alcance suficientes votos”. Así lo dice Fausto Camacho, ex vocal electoral, quien cree que en este escenario la fuerza más votada puede tener alta representación y las minorías una presencia marginal.
Curules de una provincia pueden ir a un solo partido
Las organizaciones minoritarias corren el riesgo de no tener representación legislativa en ciertas provincias. En los próximos comicios será posible que todos los escaños de una provincia queden en manos de un solo partido, pese a no haber obtenido el 100% de los votos de esa jurisdicción.
Esta opción se puede concretar por la sobre representación que alcanza el partido con mayor votación, cuando se aplica el método D’Hondt en zonas pequeñas.
Esta posibilidad aumenta, cuando Guayas, Pichincha y Manabí -las tres provincias más grandes- también elegirán legisladores en distritos pequeños.
Para evitar el fenómeno de que una sola fuerza se lleve todas las curules de una provincia o distrito, las organizaciones pequeñas necesitan -en promedio- el 20% de la votación del partido que más sufragios logró.
Este caso se puede ejemplificar en una provincia como Azuay, donde se elegirán a cinco asambleístas provinciales.
Si se toma como referencia los 250 000 votos que Alianza País logró en la elección de constituyentes del 2007 en esa provincia, para que un partido pueda acceder a la quinta y última curul requerirá al menos 50 000 sufragios. Es decir, el 20% de la votación de la primera fuerza.
Carlos Aguinaga, ex titular del desaparecido Tribunal Supremo Electoral, explica que ese es un ejemplo de cómo la fórmula D’Hondt puede favorecer a los partidos con mayor votación.
Pero si se aplicara una fórmula como la de Webster -más proporcional- un partido pequeño podría aspirar a la última curul con 23 000 votos. Es decir, el 9% de la votación del primero.
En elecciones anteriores no era posible que un solo partido se llevara todos los curules de una jurisdicción, aunque así lo determinase la aplicación de la fórmula.
En las seccionales del 2004, por ejemplo, el Tribunal señaló que si a un partido le correspondía todos los escaños de una zona, el último iría a manos del segundo partido más votado.
El 20% de votos en promedio requiere un partido pequeño para tener una curul.
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