La policía Nueva York se lanza contra los acróbatas del metro

Breakdance en el metro de New York. Captura del video en Youtube. Usuario: John Strasser

Breakdance en el metro de New York. Captura del video en Youtube. Usuario: John Strasser

Breakdance en el metro de New York. Captura del video en Youtube. Usuario: John Strasser

La Policía de Nueva York decidió poner fin a los improvisados espectáculos de acrobacia en el metro de la ciudad, un fenómeno frecuente en varias de las líneas más transitadas de los trenes subterráneos.

Generalmente los acróbatas entran en grupo, su líder hace un anuncio y los demás comienzan a hacer cabriolas y giros en perfecto estilo breakdance, usando bastones como punto de apoyo.

Todo en el espacio de una parada, con el fondo de la música de Michael Jackson. Pero la Policía decidió que estos espectáculos subterráneos son el equivalente del “vidrio roto" en las barriadas populares que se volvieron símbolo de la “tolerancia cero” de Rudolph Giuliani.

En realidad los acróbatas son muy buenos y no molestan a los pasajeros, salvo cuando algún giro los acerca peligrosamente al rostro de una persona.

Pero el New York Police Department no piensa lo mismo y durante este año arrestó a más de 240 acróbatas por infracciones vinculadas con sus presentaciones públicas (en este punto del año pasado, en cambio, eran seis veces menos).

La idea salió de arriba: el comisario jefe de la policía, William Bratton, que había ocupado el mismo papel con Rudolph Giuliani, es el gran teórico de la estrategia de los “vidrios rotos”.

En su opinión, es la cultura de la pequeña ilegalidad la que crea una incubadora del gran crimen. El vidrio roto de un barrio alimenta la idea de desorden, y esto a su vez alienta a individuos criminales a acciones peores.

“Los acróbatas en los trenes cometen delitos graves? Ciertamente no”, dijo Bratton. “La pregunta que debemos plantearnos es otra: si las cabriolas en el metro tienen el potencial de crear un clima de miedo y un nuevo nivel de riesgo que debemos afrontar”, observó.

Los acróbatas, por supuesto, lo ven de otro modo: se sienten portadores de una cultura artística que busca crear relaciones en una ciudad cada vez más cerrada sobre sí misma, y donde nadie -sobre todo los pasajeros de los trenes- se mira a los ojos.

“Interpretamos Nueva York, sus vibraciones”, señaló uno de ellos, que pidió ser llamado sólo con su primer nombre, Besnkheru, para no llamar la atención de la policía.

En las últimas semanas, con su socio Domingo bailó y saltó usando los pasamanos del metro como punto de apoyo: y tras el asombro inicial, aparecieron ente los pasajeros sonrisas y dólares, mientras el acróbata mantiene la esperanza de escapar a la Policía.

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