Cincos policías fueron dados de baja en septiembre del 2014 por sus relaciones con narcotraficantes. Foto: Cortesía Ministerio del Interior
‘Estamos en los filtros (del aeropuerto). Todo está arreglado y el ‘man’ pasa desapercibido. Saquemos (la droga) el viernes en un vuelo directo. Llámame en la noche, ahorita estoy trabajando adentro”. “Yo comando todo aquí”.
Estas son dos de las decenas de conversaciones que la Policía transcribió en papel tras un año de investigar a una red narco. Son diálogos telefónicos que presuntamente un agente mantuvo con integrantes de una red transnacional que enviaba drogas desde el aeropuerto de Quito a México y Europa.
El uniformado trabajaba dentro de la terminal aérea y en septiembre del 2014 él y otros cuatro policías fueron capturados en la capital. Ahora, todos están fuera de la institución.
Por primera vez, EL COMERCIO accedió a los expedientes judiciales de este caso. De las charlas telefónicas se revela que los agentes trataron aparentemente de reclutar a otros policías. “¿Qué fue, qué tiene?”, le pregunta un sospechoso. “Nada, solo hay nuevos. No me jalo con ninguno de esos, no se dejan reclutar”, responde otro.
Incluso hablan de buscar a uniformados en otras unidades. “Por si acaso si no sale ya tengo dos que han llegado. A los dos ya les tengo enganchados”. “Ya hice el enganche y todo. Uno está de vacaciones, se presenta recién en marzo”.
Dentro de la institución saben que hay “policías enquistados” que buscan corromper a otros. De allí que desde el año pasado opera en el país un equipo de contrainteligencia que rastrea este tipo de hechos. Las autoridades pretenden que este grupo se forme como una unidad fija en la institución.
Los investigadores aseguran que aquellos uniformados con cargos “sensibles”, como antinarcóticos, son blanco frecuente de los grupos delictivos.
Esos temores se corroboran en otro expediente judicial al que accedió este Diario. En seguimientos hechos a los teléfonos de un mayor de la Policía se describe cómo este oficial mantenía supuestos contactos con un civil, al que se lo identifica como cabecilla de una banda.
El civil le pide los nombres de “dos miembros policiales de extrema confianza” para que pasen a Latacunga. En un segundo audio, el mismo oficial habla con un coronel y solicita que agentes especializados en canes vayan a esa ciudad. Aparentemente esos pases no se habrían concretado.
Actualmente, el caso se ventila en los juzgados de la provincia de Cotopaxi. Cuatro policías son investigados por narcotráfico.
Según los reportes judiciales, esa red presuntamente camuflaba cocaína en flores que se exportaban desde el aeropuerto de Latacunga a Europa.
En la última semana, un teniente coronel fue capturado junto con otras 10 personas por un nuevo caso de drogas. Los investigadores revelan que el oficial “era el tercero al mando dentro de la red delictiva”.
Además, se dice que esa organización “contaba con un dispositivo de seguridad dispuesto por el oficial”. Él aparentemente establecía “las políticas para gestionar los envíos de droga. Generaba las comunicaciones, los lugares para las reuniones y la forma de detectar la presencia de unidades policiales que podrían poner en riesgo las actividades”.
¿Por qué se repiten los casos de agentes involucrados con el crimen organizado? En 2005, el experto mexicano Jorge Chabat ya advertía que el narcotráfico se convirtió en una fuerza real que desafía a los estados. “Su instrumento favorito es la corrupción, que le permite realizar su negocio con eficiencia”.
En su análisis, el investigador aclaró que los carteles no solo pagan dinero para que un policía voltee la vista hacia otro lado cuando pasa el cargamento de droga. También lo hacen por información sobre operativos, para eludirlos, y por información sobre “traidores” y sobre actividades de bandas consideradas competidoras.
Para las autoridades locales, este fenómeno tampoco lo consideran nuevo, pero advierten que antes estos hechos estaban “invisibilizados”. Y aseguran que sería “una irresponsabilidad esconder” los casos de agentes involucrados en hechos delictivos.
De las investigaciones hechas a los uniformados detenidos en septiembre del 2014 se concluyó que tenían supuestamente montada una estructura para ejecutar los envíos de sustancias estupefacientes al exterior. Lo hacían a través de ‘mulas’ o en contenedores, según los informes judiciales.
Incluso hablaban de las aerolíneas que utilizarían y los horarios, pues en el aeropuerto había relevos de policías que los podrían descubrir.
Los datos oficiales refieren que por cada kilo de clorhidrato de cocaína que llegaba al exterior, los uniformados cobraban entre USD 3 000 y USD 4 000.
“Cuadre todo mi teniente. Es que yo tengo todo listo. Supervisores, digitador, tengo hasta al de la entrada, tengo el escáner cuadrado. Todo. Todo”, se detalla en los expedientes con base en las conversaciones interceptadas a los gendarmes por Inteligencia.
En los documentos hay imágenes de los seguimientos que hace la unidad a los sospechosos. En una de las fotografías se ve al teniente en una reunión que mantiene con desconocidos en una gasolinera en las afueras de la ciudad. Una de esas personas fue detenida en otro operativo antidrogas en octubre del año pasado.
Otras reuniones se desarrollaron en Conocoto, Sangolquí y en el sector de El Recreo.