39 piletas serán desactivadas en Carnaval en Quito

Es común que los jóvenes y adolescentes, especialmente, jueguen carnaval en las lagunas como la de La Alameda, ubicada en el centro de Quito. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Es común que los jóvenes y adolescentes, especialmente, jueguen carnaval en las lagunas como la de La Alameda, ubicada en el centro de Quito. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Es común que los jóvenes y adolescentes, especialmente, jueguen carnaval en las lagunas como la de La Alameda, ubicada en el centro de Quito. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Maletas, celulares, carnés estudiantiles, cédulas, sacos y otras prendas de uniformes de colegio se han encontrado al limpiar las piletas y lagunas de los parques, redondeles y plazas de la ciudad, tras la temporada de Carnaval.

Para evitar que esto ocurra y que se produzcan accidentes en este tipo de estructuras ornamentales, desde hoy (6 de febrero del 2018) hasta el 9 de febrero se apagarán 39 de las 73 piletas que existen en la ciudad. Se trata de los principales focos de juego de carnaval, principalmente entre los colegiales. 21 de ellas están entre el centro y el sur de la capital y las 18 restantes, en el norte.

El juego es considerado de riesgo tanto para quienes lo practican de forma brusca como para los bienes de la ciudad. Tapar los puntos de salida del agua o incluso golpear tuberías, mangueras y otros elementos de las piletas o de los sistemas de agua saltarina puede dañar las bombas.

En Quito, desde el 2015 se creó una brigada de piletas, que está a cargo de la Gerencia de Espacio Público de la Epmmop. Según su principal, Esteban Andrade, se invierten unos USD 150 000 anuales en trabajos preventivos y de mantenimiento. Si se dañan, la inversión aumenta.

Andrade dice que al desactivar las piletas se planea evitar accidentes y desmotivar el juego en espacios públicos. El agua que se usa en las piletas es “cruda y sin valor comercial”, afirma, y recircula permanentemente, por lo que no es recomendable tampoco beberla.

Además de apagar las piletas, el Municipio iniciará una campaña de concienciación para evitar jugar carnaval en estas estructuras por seguridad y para evitar sanciones, especialmente a aquellos que se lanzan a las lagunas de La Carolina o de La Alameda.

Estas no serán vaciadas, porque son atractivas para quienes viven el feriado dentro de Quito, pero sí se sancionará a quienes las usen para jugar. Las ordenanzas 201 y 332 establecen sanciones de entre USD 70 y 100 por mal uso del espacio público o por ensuciarlo. La Agencia Metropolitana de Control y la Policía Metropolitana harán operativos.

Pero la problemática del Carnaval se extiende a las críticas por el desperdicio del agua potable. En Quito, el promedio de consumo de agua por habitante es de 200 litros diarios. En esta temporada, la cantidad suele aumentar entre un 15 %y un 20%, según la Empresa Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps).

La empresa lanzará este martes 6 de febrero una campaña para invitar a la comunidad al tener un consumo responsable de agua. Se trata del Agua de Quito Móvil, que es un trolebús recuperado en el que se ha creado un espacio de interacción con los ciudadanos para crear conciencia sobre el líquido vital.

Si bien las campañas de cuidado del espacio público y de uso moderado del agua potable ayudan, es difícil erradicar un juego que se convirtió en tradición desde al menos dos siglos atrás. Según la socióloga María Augusta Espín, la fiesta del Carnaval, de origen católico, se considera un momento de quiebre. “La gente siente que puede romper las normas sociales, porque las fronteras se desdibujan. Es una época de ruptura del orden” que se vive antes del Miércoles de Ceniza, cuando se inicia la Cuaresma.

Por ello afirma que si bien la mayoría tiene conciencia de que el agua es un recurso no renovable y que implica un gasto de dinero, se inclina más por la tradición. Para Espín, romper con cualquier tipo de costumbre tan arraigada en la sociedad es muy complicado.

Lo que sí podría pasar es que mute en otro tipo de prácticas, como de hecho ya ocurrió en Quito. Antes se jugaba con esferas de cera cargadas de tinta o perfumes. Era un juego en donde se juntaba la coquetería con las bromas entre amigos, en las guerras de barrios o en las tomas de las casas.

Espín señala que así como llegó el juego con agua hace un siglo, poco a poco ha entrado el uso de la espuma. Considera que si bien el juego difícilmente desaparezca, sí puede cambiar.

Suplementos digitales