Vanessa Vera. Red. Guayaquil
Salomón Quimí se levanta cada día a las 03:00. Dos horas después, cuando sale, la tenue luz del sol delinea su sombra mientras camina. Su dirección es uno de los embarcaderos del puerto de Posorja, parroquia de Guayaquil (Guayas), para abordar el barco Don Fernán.
A diferencia de jornadas anteriores, esa mañana la nave permanece anclado en el muelle. Una veda que implementó el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca y Acuacultura prohíbe a la flota la captura del camarón pomada durante los tres primeros meses del año.
Las regulaciones
La flota artesanal (pequeñas embarcaciones, como pangas) también forma parte de la veda. Pero la prohibición de captura del camarón pomada solo es hasta este 15 de enero.
La langosta está en veda del 1 de enero al 28 de febrero.
En el ordenamiento se establece que el Instituto Nacional de Pesca realice monitoreos y evaluaciones permanentes del camarón en las costa para conocer cuál es su situación.
Esta especie es más pequeña que el camarón criado en las piscinas. Tiene un color amarillo y vive en el mar.
Un overol naranja y sus botas de caucho amarillas protegen su ropa de los restos de pintura. Él se dedica al mantenimiento de las máquinas en la embarcación. Desde que se inició la veda, el 1 de enero, colabora en las labores de limpieza y de pintura.
“Es una pequeña ayuda que nos da el dueño del barco para ganar alguito de plata dando mantenimiento en tierra”, dice.
La veda es parte del Plan de Ordenamiento para la recuperación anual del camarón que se captura en el mar.
Pero para Quimí, la medida frena su trabajo y por tanto el ingreso de dinero. “Es la única actividad que realizamos. Si no hay pesca, no hay qué comer”. Su esposa, Ana Gavilanes, distribuye el dinero que Salomón recibió los dos últimos meses de trabajo. “Si antes compraba USD 1 de queso ahora solo pido USD 0,25 para que me alcance”.
En su casa, en el barrio 20 de Junio, en el centro de la parroquia, viven con cuatro de sus seis hijos. Además, los acompañan dos de sus 11 nietos. “Mis yernos trabajan en las empresas atuneras y algo ayudan a la casa”.
La familia recuerda que hace siete años se aplicó una medida similar, pero solo duró dos meses. Ahora, Gavilanes sabe que hasta marzo su esposo dejará de producir para ganar y buscar formas de sobrevivir.
“En las tardes salgo con un anzuelo a ver si encuentro algún pescado para la comida. No puedo conseguir trabajo en otro lado porque solo cogen a jóvenes. No sabemos qué hacer en todo este tiempo sin poder pescar”, dice Quimí, de 47 años.
Esa misma pregunta se hacen en las esquinas los marineros, capitanes y maquinistas de los 37 barcos de la flota pomadera de Posorja (en Guayas hay 143 barcos) que de enero a marzo están anclados en los muelles .
Bajo una ramada, cinco tripulantes conversan toda la mañana. “Estamos de brazos cruzados. Para nosotros no es justo que nos dejen sin trabajo tanto tiempo”, comenta Víctor Balón, un marinero de 43 años.
Genaro Flores es capitán en el barco que labora Balón. Tiene 39 años y trabaja en el mar desde los 12 años. Su tarea es dirigir la embarcación y buscar las manchas de camarones bajo el agua. En altamar, las redes se lanzan cada dos horas, según el lugar donde se encuentre pesca.
Cuando la producción es buena se capturan hasta 1 500 libras de camarón en cada subida de las redes. En los días ‘malos’ logran hasta 600 libras durante la faena de 05:00 a 20:00.
“Yo pude guardar algo de plata en diciembre. Sabíamos que iba a darse una veda, pero no que duraría tanto tiempo”, comenta.
Esta especie se distribuye en todo el país y se vende sobre todo en los restaurantes y mercados. La libra al pie del mar cuesta de USD 0,35 a 0,40. Y en los mercados se vende hasta en USD 0,70.
En la flota trabajan 250 tripulantes. Pero la captura del producto genera otros 6 000 empleos entre choferes, estibadores, peladores de camarón, comerciantes y cargadores.
Fernando Núñez es dirigente del gremio. Él calcula que la producción diaria del marisco está entre 10 000 y 15 000 libras. De ahí que en los tres meses de veda se dejará de cap
turar unos 4 millones de libras. “Creemos que una vez que termine la medida, la Subsecretaría deberá imponer cupos diarios para evitar que con la alta producción que tendremos se caigan los precios y los intermediarios saquen ventaja”.
Él propone establecer un cupo de 4 000 libras diarias por embarcación. “Con eso incluso podemos conservar el recurso y evitar vedas tan largas”.
El olor del pescado frito invade la pequeña sala de la familia Quimí Gavilanes. Los pocos peces que capturó Salomón el día anterior son ahora el almuerzo. El vaivén de las olas ya no lo acompañarán durante esa hora, al menos por tres meses, hasta que se retome la faena de pesca.
“El desayuno y el almuerzo lo hemos comido en el barco con mis compañeros tripulantes. Ahora paso más tiempo ayudando a mi mujer, arreglando las cosas dañadas en casa”.