Los wikileaks son como bomba de racimo. Están diseñados para generar escándalos lenta y aleatoriamente. Pero la verdad, ha causado poco daño. Las cancillerías han tenido suficiente tiempo y profesionalismo para minimizar su impacto y consecuencias. Si miramos en perspectiva, podríamos decir que ni siquiera Rusia, el único país con la capacidad real de poner a temblar a Estados Unidos con su arsenal nuclear y militar, reaccionó acaloradamente. Esto a pesar de que nadie fue tan humillado por sus contenidos como el primer ministro, Vladimir Putin. Pesaron más los intereses de Estado. Estaba en juego el futuro de Rusia en el proceso de desarme, sus intereses en el Golfo Pérsico y el tema de Irán. Es el ejemplo más abrumador de que la defensa de la soberanía va por otra parte.
El canciller Patiño tiene razón al decir que la gravedad del asunto no es por el cable en sí, sino porque lo que se dice atenta contra la honra del Presidente de la República, al insinuar que sabía de los actos de corrupción de su próximo comandante de Policía, pero que estaría conforme con él, porque sería mucho más manipulable. La insinuación es grave. Pero me temo que expulsar a la Embajadora no ha ayudado y no ayudará en nada a resarcir su honra. Primero, porque ante una acción tan poco amistosa como la expulsión, el Departamento de Estado ya no tiene ningún incentivo para dar explicaciones, peor aún disculpas satisfactorias. Segundo, porque la reacción ecuatoriano prendió focos rojos en la prensa internacional, que terminan generando más sospechas sobre la veracidad del cable, que adhesiones de solidaridad. La tercera reflexión es que hablando estrictamente desde el interés nacional y el ejercicio de la soberanía, era una oportunidad de oro para demandar a Estados Unidos una compensación satisfactoria por el honor mancillado, que bien podía haber sido la renovación de las preferencias arancelarias por un período adecuado, es decir al menos dos años o quién sabe aún más. Otra oportunidad perdida.
Creo que las lecciones están a la vista. No hay una sola vía de reclamo, sino varias. La expulsión debería ser un recurso de última, no de primera instancia. Si se trataban las cosas más calmadamente no solo el Ecuador hubiese ganado increíblemente, sino que además, el Presidente habría logrado lo que le es más importante: resarcir su honor. Por último, la lección más importante de todas: la soberanía radica en el pueblo. Soberanía significa ser cada día más autónomos, económica y políticamente, no significa depender de mercados que aún no existen (Plan B) o de apoyos que no cambiarán las cosas (Unasur). Por eso discrepo profundamente con quienes minimizan una relación comercial que garantiza trabajo a más de 500 000 ecuatorianos. Pienso sinceramente que un solo puesto de trabajo para una familia ecuatoriana genera mucha más dignidad nacional que contestar agresivamente a un cable robado.