En plena crisis y manifestaciones, Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera realizaron una gira a China, el 13 de noviembre. Foto: Diego Azubel / EFE
Hinde Pomeraniec, La Nación, Buenos Aires. Alejandra Noguez, El Tiempo de Bogotá, GDA (I)
Enrique Peña Nieto no parece llevarse bien ni con los estudiantes ni con los números. Ya lo había demostrado durante la campaña que lo hizo Presidente de México en 2012, cuando luego de una presentación en la Universidad Iberoamericana que terminó con abucheos y escándalo, se creó el movimiento estudiantil YoSoy132, rápidamente promovido por las redes sociales, subido a una ola de reclamos y repudio a la política tradicional y en especial a su candidatura, en representación del PRI.
Por estos días, aquello puede hasta parecer una frivolidad. A dos meses de la desaparición de 43 estudiantes de magisterio secuestrados por la Policía de Iguala, luego de una protesta, y cuando la información conjuga horror tras horror, se repite el rechazo por la figura de Peña Nieto (48 años) en el ambiente estudiantil y aún más allá.
El grito que pide la verdad de lo sucedido con los estudiantes del Normal de Ayotzinapa suma gargantas y recorre el país al tiempo que movimientos de izquierda no institucionales consiguen mayor predicamento en una población que sigue sin ver los resultados prometidos en materia de crecimiento económico, desaparición de clanes y mafias de las instancias de gobierno y respeto institucional.
El narcotráfico carcome México hace tiempo como un pacman desorbitado. Se habla de unos 100 000 muertos en el marco de esta guerra sórdida y sin resultados en las políticas aplicadas para combatirlo hasta el momento. El episodio de Ayotzinapa, un poblado miserable del estado de Guerrero, básicamente famoso por la escuela que forma maestros desde los años 60, llegó al escándalo por la obscenidad de la connivencia entre el poder político y los carteles narcos y el torpe manejo de la situación por parte del presidente Peña Nieto y sus hombres.
La frase “Ya me cansé”, con la que el procurador general Murillo Karam dio por terminada la conferencia de prensa en la que pretendió informar que los 43 muchachos habían sido entregados por los policías a sicarios, y que habían sido asesinados y sus restos incinerados, se convirtió en emblema del país, que hoy exige que Peña Nieto rinda cuentas.
El problema es que el Presidente parece haber sido entrenado para conducir un programa en el que aparentemente venía bien encaminado, con reformas estructurales como la energética, elogiada por el mundo empresarial y los organismos internacionales, pero no parece tener reflejos ante las crisis, salvo tomar distancia y pretender que los costos los paguen otros.
El escritor y periodista Juan Villoro es uno de los intelectuales mexicanos más prestigiosos y una pluma siempre afilada para la coyuntura. “Enrique Peña Nieto es el primer telepresidente de México. Fue creado y promovido por la televisión y gobierna como si no tuviera necesidad de salir de la pantalla. Sus reformas ofrecieron un nuevo guión a la telenovela nacional, pero demasiado pronto se le atravesó la realidad. Si quiere sobrevivir como presidente, tendrá que salir de la pantalla y enfrentar a un país que es dolorosamente verdadero”, escribió, consultado para esta nota.
Villoro pone el acento en lo que se dice desde siempre acerca de la construcción del candidato Peña Nieto por parte de las corporaciones, entre ellas, Televisa, y hasta la posibilidad de que la propia relación con su esposa haya sido diseñada en términos de marketing electoral.
Del cielo al infierno
Hace apenas dos meses todo parecía viento en popa para Peña Nieto, durante su primer año y medio de gobierno. Alcanzó logros de una trascendencia histórica, como las llamadas reformas estructurales del país -atoradas durante años en el Congreso-, entre las que están la apertura del sector energético a la inversión privada, el aumento de la competencia en las telecomunicaciones y las reformas laborales, de educación y del sector financiero, que le merecieron la portada de la revista Time en febrero con el titular ‘Saving Mexico’ (‘Salvando a México’).
Organismos como el FMI veían con buenos ojos el comportamiento económico del país y lo destacaban como ejemplo para otros mercados emergentes. Sin embargo, la desaparición de los 43 estudiantes, el 26 de septiembre, se ha convertido en el gran descalabro de Peña Nieto, pues este hecho demostró la colusión, corrupción e ineficacia de las autoridades locales y federales para atender el asunto, que ha sido calificado como un crimen de Estado tanto por la sociedad, como por organismos internacionales de DD.HH.