La peluquera Madin Lopez trabaja en el cabello de un cliente sin hogar en su estudio de tráiler en Silver Lake, Los Ángeles, California. Foto: AFP
Nova quiere afeitarse un lado del cráneo para tener una “apariencia más masculina” y lucir rastas largas en el otro. En su peluquería móvil, Project Q, Madin López asiente y comienza a trenzar extensiones.
En su camioneta tipo caravana equipada con un gran espejo lumínico, una silla giratoria y una colección de brochas, tijeras y maquinillas de afeitar, Madin corta gratuitamente el cabello de jóvenes negros sin hogar en Los Ángeles que, como Nova, se consideran “no binarios” “ni demasiado hombre, ni demasiado mujer”.
Le tomará ocho horas darle forma al aspecto soñado por Nova, quien cuenta que hasta ahora siempre había mostrado una apariencia “súper femenina”, con pelo lacio o moño, pero que eso ya no se corresponde con cómo se siente.
Nova vive en un refugio para personas sin hogar y quiere poder expresar su identidad plural: sentirse ciertos días “como una princesa”, y otros como un hombre, usando una faja si es necesario para aplanar su pecho.
Para los “queer” afroestadounidenses, encontrar un peluquero que sepa manejar su tipo de cabello y que los entienda es un desafío. Muchos se niegan a atender a alguien a quien no pueden entender o que no saben cómo hacerlo: “Alguien a quien perciben como una mujer (…) siempre quieren hacerle un corte más femenino, que haga bonita la cara”.
Esto sin mencionar el costo prohibitivo para los jóvenes sin hogar de un corte sofisticado como el que Nova quiere: la suma puede llegar a los USD 700.
Madin, de 31 años, lo hace de forma gratuita para ayudar a estos jóvenes en los que también se reconoce. Los “queer” piden ser llamados por pronombres o artículos en plural para reflejar esta doble personalidad masculina y femenina.
“Cuando veo a Nova, me veo a mí también, he estado en su lugar, yo tampoco tenía mi hogar”, dice con una sonrisa en su cara y una voz suave, en un contexto ambientado por música de R&B.
Autoestima
“Después del pelo, queremos hacernos las uñas. Estar aseados. Todo esto es una cuestión de autoestima, de presentación al mundo, de saber que valemos algo si dormimos en un hogar o en la calle”, insisten.
“Cuidarte es una forma de resistencia”, dice Madin, exhibiendo silueta y rasgos finos, gafas redondas intelectuales, cabeza rapada en un tercio y corte de pelo muy corto en el resto. Su objetivo es servir de modelo para estos jóvenes, lo que él y ella mismos echaban en falta.
Cuando Madin tenía 13 años, sus padres lo(a) golpearon al no apoyar su identidad “queer”.
“Un maestro vio marcas en mis oídos y llamó a la policía, y me encontré en hogares de cuidado”, señala.
En ese momento, Madin permaneció en cama a veces durante semanas. “Y luego me corté el pelo y cambió, hubo un clic (…) Me sentí mejor”, dice.
Así que comenzó a oficiar de estilista de sus compañeros de clase a cambio de boletos de autobús, algo que comer o tampones, por ejemplo.
Pero su escuela secundaria estaba dominada por la violencia: “Al final, después de mi tercer amigo hospitalizado por recibir un bala perdida, me fui y me inscribí en una escuela de peluquería”.
La peluquería es vista por Madin como un activismo para enfrentar la discriminación contra los negros y los jóvenes homosexuales, bisexuales, transgénero o queer (Lgbtq) en Estados Unidos.
“Irás al infierno”
Según Madin, a pesar de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en algunos lugares, la vida sigue siendo difícil para los jóvenes Lgbtq: “Todavía estamos luchando por usar los baños” que corresponden a su identidad sexual.
Y eso sin mencionar además el trato dado a los jóvenes negros por la policía, el atentado de Orlando (Florida) en un club nocturno homosexual en 2016, etc. “Se siente como ser un objetivo, es aterrador”.
En la comunidad negra marcada por el evangelismo cristiano, las personas “queer” a veces son muy poco aceptadas. Cuando Madin se casó con una mujer joven, “mi padre me dijo por teléfono ‘Irás al infierno, ya no quiero verte nunca más’”.
Muchos jóvenes “no binarios” que son rechazados por sus familias terminan en la calle.
Para Nova, la peluquería de Madin es más que eso. Es un refugio, un lugar casi terapéutico: “Entienden lo que estoy pasando, es vital, están salvando vidas”.