El pecho hundido se arregla con bisturí

Redacción Guayaquil 

A simple vista es un chico normal.   Jesús tiene 13 años y cursa el noveno año en el Colegio Numa Pompilio Llona de Guayaquil.  Al final de clases,   luce   cansado.

“Cuando corro  me fatigo. Tampoco puedo hacer  fuerza”, cuenta  receloso. Debajo del uniforme oculta una marca de  nacimiento.  “Cuando me lo dieron en los brazos vi que tenía el pechito hundido, no sabía por qué”, recuerda Rosario Sarmiento, su mamá.

El caso  de Jesús es un pectus excavatum, malformación que afecta a uno de cada  1 000 nacidos vivos,  según estadísticas mundiales.  La anomalía congénita (pecho en embudo),    se caracteriza por la concavidad del esternón,  la  pared ósea que protege al corazón y a  los pulmones.

Desde 1900, la deformación se trató en el quirófano con la técnica tradicional. Durante unas  seis horas   se  extirpaban  cartílagos y se seccionaba  el  esternón. El bisturí separaba todos los músculos del tórax, lo que dejaba una  cicatriz   y excesivo dolor.

“Era similar a una operación para extirpar un  tumor canceroso,  en la que  no solo se saca el   órgano involucrado, sino todos los tejidos”, cuenta   Donald Nuss, especialista  en pectus excavatum,    uno de los temas del     V Congreso de Cirugía Pediátrica, realizado hasta el  viernes en  Guayaquil.

El estadounidense   buscó  otra alternativa.    En 1998 presentó el procedimiento Nuss,  técnica mínimamente invasiva  con dos pequeños cortes y la introducción de una barra metálica  correctora.  La intervención comienza con la marcación del tórax.  

Una vez que el paciente está sedado se hacen las incisiones: un pequeño corte en dirección de la línea axilar derecha y otro del lado izquierdo.

Con esa pauta, el cirujano marca un túnel con la ayuda de dos introductores. Los   tubos de metal   trazan  el camino final de  la barra de acero,  previamente doblada según la curvatura deseada.

Nuss  pide aplicar    una toracoscopia. Así, a través de un agujero en la piel, se introduce una cámara diminuta para observar el interior. “El implante tiene que ir atrás del esternón. Evitamos  lesiones cardíacas y pulmonares”.

Luego de que el introductor atraviesa el tórax, el cirujano levanta la deformación hasta dar la curvatura normal al  pecho.       Al final,  se retira el  introductor  y   se   inserta la prótesis   definitiva.   Cuando la depresión desaparece,  se estabiliza el implante con alambres de un lado y suturas del otro.  Todo  en     40 minutos. 

La barra es un soporte  temporal. El  doctor Patricio Varela, de Chile, dice que  se   retira en tres años. El defecto se corrige. “Es como usar  frenillos”. En Latinoamérica se han realizado  600 cirugías de este tipo. En Estados Unidos, la cifra sube a 10 000 y se abre campo en países de Asia. 

Según  Varela, esta técnica marcó un antes y un después en las cirugías de pectus excavatum. “Antes se operaba a niños muy pequeños. Se  sacaban sus cartílagos y el gran problema era que en ciertos casos el tórax no les crecía.  Eso les causaba asfixia”.

Ahora, la  hospitalización dura   cinco días y en las primeras seis semanas se recomienda descanso total.  Los  chequeos son mensuales y  luego anuales.     

La  técnica de Nuss llegó al Ecuador en 2004. Según  Enrique Zea, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Cirugía Pediátrica,  30 menores han sido operados.   Son niños que no se desvisten en vestidores públicos, hacen deportes siempre con  camiseta.  Se sienten acomplejados, pero esta cirugía cambia sus vidas y casi sin  el bisturí”.

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