Redacción Ecuador
2 meses
de apagones ya soporta el país. Los cortes de energía se iniciaron el 5 de noviembre.
A paso apresurado y por el filo de la vereda, Miguel Carrasco intenta llegar a su casa. No hay alumbrado público y desde la acera del frente solo se distingue su silueta.
Lleva un maletín y las solapas de su chaqueta se bambolean con el fuerte viento que a esa ahora sopla en la avenida La Gasca, en el norte de Quito.
Tenga en cuenta
Si le asaltan mientras camina por las calles que no tienen alumbrado público, lo recomendable es que no muestre resistencia. Luego comuníquese con el 101 y denuncie el caso, especificando los objetos que le quitaron los antisociales.
Si se le llevaron tarjetas de crédito y documentos de identidad, informe a las instituciones pertinentes y solicite la suspensión inmediata. Recuerde que los antisociales pueden utilizar sus documentos para delinquir.
Mientras se desplaza por las vías oscuras, procure caminar en grupo o cerca de otras personas. Cuando está solo es más vulnerable a los atracos.
Si va a utilizar taxi, verifique que el vehículo pertenezca a una cooperativa. Fíjese que en el parabrisas y en las puertas laterales conste el número de Registro del Distrito Metropolitano.
No se quede conversando en su vehículo en las calles, porque le pueden asaltar.
Son las 21:00 y el profesor de figura delgada y mediana estatura sujeta con su mano derecha una piedra. “Si tuviera dinero para una pistola, me la compraría”.
Él sabe que el desplazamiento por La Gasca es peligroso. Llega a la esquina de la Panadería Mary y se detiene. Allí, la luz de un inmenso letrero aclara un poco el ambiente.
Carrasco deja pasar unos minutos hasta que aparezca otra persona, cuyo destino sea la calle Rither, cerca de la avenida Occidental. Al poco tiempo, se escuchan voces. Son dos jóvenes que estudian Química en la Universidad Central.
“Puedo ir con ustedes hasta arriba. Tengo un poco de temor porque en la siguiente esquina hay un prostíbulo y más allá una cantina”. Con esas palabras, Carrasco entabla una conversación con los universitarios. “No hay problema, venga con nosotros”, le responde con seguridad el más corpulento de los dos.
En la esquina de La Gasca y Rither, Carrasco se despide de sus improvisados amigos. Media cuadra más al norte está su casa. Bota la piedra y reconoce que todas las noches esa es su única arma para defenderse en caso de un asalto. “Esto ya no parece Quito, sino un barrio marginal del país”.
En La Gasca Alta, a tres cuadras de la casa de Carrasco, los vecinos están alarmados. El pasado lunes, uno de ellos fue asaltado.
No quiso revelar su identidad, pero contó al detalle cómo se consumó el atraco. Eran cerca de las 19:30, se bajó del taxi en la puerta de su casa y mientras introducía las llaves en la chapa para abrir la puerta, un automóvil se parqueó junto a él.
“Uno de los ocupantes se bajó y me encañonó. Se llevó mi billetera, mi reloj y mi maletín. No había alumbrado público ni a quién pedir ayuda”.
En otro sector de Quito, cerca de la Caja del Seguro, Marianela Meza vive su propio drama. Ella limpia las oficinas de un edificio y su trabajo concluye pasadas las 22:00, de lunes a viernes.
Antes de salir a la calle se encomienda a los santos y se arma de valor. Tiene que caminar ocho cuadras, en medio de la oscuridad, hasta llegar a su casa.
“En ese trayecto, mi vida está en peligro”. La semana pasada vio a lo lejos cómo dos desconocidos asaltaban a una persona de unos 60 años. Ella pudo ser la víctima, pero el asaltado iba más adelante y por la vereda de enfrente.
Las imágenes del atraco no desaparecen de su mente. “Los pillos estaban escondidos, aparecieron como fantasmas”.
Ella entiende poco sobre la generación de energía y la reducción de la cota en Paute, pero dice que los cortes son un retroceso.