Los paracaidistas son la élite de las Fuerzas Armadas

El jueves, los militares hicieron ejercicios de salto desde la torre de 16 metros. Fotos: Julio Estrella / EL COMERCIO

El jueves, los militares hicieron ejercicios de salto desde la torre de 16 metros. Fotos: Julio Estrella / EL COMERCIO

El jueves, los militares hicieron ejercicios de salto desde la torre de 16 metros. Fotos: Julio Estrella / EL COMERCIO

Los futuros paracaidistas repiten una y otra vez los saltos desde una torre de 16 metros. Lo hacen antes de ejecutar el mismo ejercicio desde un avión. ¿Por quién van a saltar?, pregunta un instructor. “Por mi madre, miPatria y mi bandera, mi comando”, responden los soldados y empiezan a caer al vacío.

Unas bandas estáticas soportan el peso de los alumnos mientras se deslizan por un cable hasta tocar tierra. Esa es la última práctica que realizan previo a subir a una aeronave y graduarse como paracaidistas.
Son cuatro semanas en las que la Escuela de la Brigada de Fuerzas Especiales Patria (BFE), una unidad élite de Fuerzas Armadas que opera en Latacunga, forma en paracaidismo básico a los militares del Ejército, de la Marina y de la Fuerza Aérea.


16 de los 22 soldados que fallecieron el 15 de marzo pasado en el accidente aéreo de Pastaza pertenecían a esa Brigada. Ellos se capacitaban para ser maestros y jefes en salto, dos cursos que les permiten ser parte de la élite en el paracaidismo militar en el país.


A estos cursos avanzados se accede solo cuando el paracaidista supera las cuatro semanas de salto básico.
 El jueves 31 de marzo, EL COMERCIO estuvo en la Brigada y vio la preparación de los soldados. Todo empieza en la sala de mantenimiento, una extensa bodega donde almacenan y reempacan los paracaídas, luego de los lanzamientos.

Es en este sitio donde los alumnos aprenden a usar el equipo que los acompaña en el aire.
 “En un buen día de salto, la historia mía es así... Salgo a la puerta y veo que ya estoy cerca del sol...”, coreaban los 
jóvenes alumnos mientras trotaban a la torre de conducción, una zona en donde los militares se cuelgan de arneses y ensayan los movimientos previos a tocar tierra.


La primera práctica física sucede allí. “¡Un mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, cúpulaaaa!”, gritaban desde lo alto de la torre. Eso significa cuatro segundos y lo repiten cuando se lanzan del avión. 
Al final del conteo, levantan la mirada y se cercioran de que la cúpula del paracaídas se haya abierto. Si eso no ocurre, accionan el equipo de reserva.


Preparación para la guerra 


Los ‘paracas’ son considerados la élite dentro de las FF.AA. En la torre de conducción los alumnos se ejercitan para aterrizar en todos los escenarios posibles: desde lugares donde hay cables, árboles o en agua.


Esta práctica sirve para que puedan infiltrarse en áreas enemigas en caso de una guerra, pero también en operaciones de seguridad interna, como el rescate de víctimas.
Los militares saben que estas labores son de alto riesgo y que corren el riesgo de morir. De hecho, en toda la unidad hay decenas de pinturas y estructuras con formas de calavera que representan a la muerte.
Una está en la llamada Avenida de la Inmortalidad, dentro de la Brigada.

Los uniformados que logran aprobar el curso acceden a la denominada Legión de la Vieja Calavera, un espacio donde se hace un ritual para dar la bienvenida a los nuevos miembros.


El jueves hicieron esa ceremonia. De fondo, sonaba el himno que los acompaña durante toda su carrera. “Si me preguntan quién soy, les diré que soy ‘paraca’, Y si toca morir un día, que sea en ese otro lado. Y cuando vean mi tumba, digan ahí yace un soldado; llevando su vieja boina, y su uniforme adorado...”.


Las cuatro semanas del curso también incluyen práctica en plataformas, es decir, tres bloques de cemento de 60 cm, 90 cm y 120 cm de altura. Desde ahí, los alumnos practican las denominadas rodadas, como se conoce cuando los militares tocan tierra.


Cuando aterriza, el militar usa los 5 puntos de contacto: las puntas del pie, pantorrillas, muslos, glúteos y dorsales.
Así es como en la Brigada cada año se gradúan unos 350 paracaidistas, 21 jefes de salto y cuatro maestros de salto.
 Las primeras promociones egresaron en 1956 y ahí empieza la historia del paracaidismo militar ecuatoriano, cuando el capitán Alejandro Romo Escobar y 35 soldados saltaron por primera vez.
En la Avenida de la Inmortalidad reposan los restos de Romo.

También hay 35 tumbas simbólicas de los ‘paracas’ que fallecieron en el Cenepa, en 1995. Y otra del capitán Diego Maldonado, asesinado en agosto del 2013 en un enfrentamiento con grupos irregulares de Colombia.
Desde el próximo 15 de abril estarán otras 16 cruces en homenaje a los 16 militares de la Brigada Patria muertos en Pastaza.

Al espacio se lo denominará Avenida de las Águilas. 
“¿Contentos? Sí, mi comando. ¿Qué son? Paracaidistas del Ecuador”, gritaban los alumnos antes de simular el lanzamiento desde la torre de salto.
 A esa torre llegan en la tercera semana del curso, luego de superar las rodadas y la conducción del paracaídas.
 En la cuarta y última semana de entrenamiento, demuestran todo el aprendizaje, pero en un lanzamiento real, a 1 200 pies de altura.

El descenso se da cuando el avión alcanza los 200 kilómetros por hora y en un minuto llegan a tierra. Los jefes y maestros en salto vigilan toda la operación.
Poco antes de saltar de la aeronave, los soldados revisan el equipo y levantan el pulgar. Así caen al vacío.

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