El Papa, en esto, nos ha fallado

El papa Francisco hizo unas declaraciones el jueves, durante su viaje a Filipinas, que son incompatibles con quienes piensan que un fundamento de la libertad de expresión, como derecho natural de las personas, es la posibilidad de criticar la religión.

“Si el doctor Gasbarri dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!”, ha dicho el Papa refiriéndose a los hechos ocurridos en Francia no sin antes afirmar que nada justifica la muerte de una persona.

Si bien algunos testigos sostienen que la declaración fue hecha en tono “coloquial”, lo cierto es que la frase del Papa conlleva un mensaje que pone en riesgo uno de los principios básicos que ha hecho de la libertad de expresión un vehículo para la modernidad.


La posibilidad de criticar a una religión, como a cualquier idea, es condición básica para que la persona no solo exprese lo que piensa sino para la evolución del pensamiento humano.

Sin la posibilidad de criticar, ya sea con humor o sin él, un dogma de fe, el renacimiento y la ilustración jamás hubieran aparecido y Occidente no se hubiera modernizado.


Cuando Francisco agregó que los límites de la libertad de expresión es la ofensa a las creencias de las personas está dejando abierta, además, la posibilidad de que alguien imponga esos límites, lo que se contradice con la esencia misma de dicha libertad.
Pero lo polémico de las declaraciones papales no se queda ahí.

Como señalaba el periodista de El País, “nunca se ha visto a Jorge Mario Bergoglio, ni en sus gestos ni en sus mensajes, tan cercano al ojo por ojo”. 


En efecto, aunque el Papa ha dicho hasta el cansancio que nada justifica la muerte de un ser humano, en estas declaraciones deja abierta, aunque sea involuntariamente, una ventana para una eventual justificación de cierto nivel de violencia. 
Esta vez, para quienes creen en la libertad de expresión como un derecho absoluto, el Papa ha fallado.

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