El agua ingresa por el manglar hasta las viviendas de Pampanal. Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Los habitantes de Pampanal de Bolívar se han acostumbrado a las inundaciones que ocasionan los aguajes, los cuales se presentan cada 15 días.
Esta población de 1 118 habitantes, que pertenece al cantón Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas, es la más afectada por los aguajes.
El fin de semana se volvió a inundar con el aguaje máximo que se dio en todo el Litoral ecuatoriano. Sin embargo, no hubo evacuaciones.
Hasta el momento, el aguaje más fuerte fue el de diciembre pasado. En ese mes, las 300 casas de este pequeño poblado, rodeado de manglar, quedaron bajo el agua, pues el mar subió hasta un metro y medio.
En la parroquia, que está a 0 metros sobre el nivel del mar, el 90% es afroesmeraldeño y el resto es considerado mestizo; se dedican a la pesca, recolección de moluscos y crustáceos.
El 75% de las viviendas está hecho con madera y las demás son de construcción mixta, que las hace más vulnerable frente a la fuerza del mar.
En Pampanal, las calles son de arena y en el piso aparecen restos de conchas. Cuando el agua sube queda un olor a marisco. Las casas están en la parte más alta de un área de manglar y los habitantes no tienen alcantarillado. Una buena parte se encuentra al filo del mar y se accede por puentes de madera y mangle, en su mayoría deteriorados.
Habitantes como Florencia Cuero temen que haya una crecida mayor en horas de la noche y no puedan evacuar.
Pero la población tampoco cuenta con un plan de evacuación y lo único que tienen son canoas que están en la parte baja de las casas, listas para ser utilizadas en caso de una inundación mayor.
Los representantes de la Junta Parroquial dicen que aún trabajan en el plan de emergencia. En octubre del año pasado recibieron charlas sobre qué hacer en caso de una inundación, a través de la Secretaría de Gestión de Riesgos y el Municipio de Eloy Alfaro.
Las mujeres aprendieron sobre primeros auxilios y recibieron un botiquín para asistir a personas heridas en caso de que se presenten accidentes; también se conformaron los comités de emergencia.
Pampanal fue una de las tres áreas declaradas el año pasado en riesgo por parte del Municipio, con la finalidad de que se construya un muro de protección contra inundaciones. Las otras son el barrio 30 de Octubre y San Fernando, en la ciudad de Limones.
Betto Estupiñán, responsable de la Secretaría de Gestión de Riesgos, dice que la construcción de obras es una prioridad en Pampanal.
Técnicamente es una población de alto riesgo por inundaciones inducidas por aguajes o un tsunami; aunque el manglar protege en algo a la población, explica que no es suficiente.
El Cabildo presentó proyectos para la construcción de muros de contención ante la Secretaría de Gestión de Riesgos, pero no han cumplido con detalles técnicos y por eso la demora en recibir el aval.
Entre los habitantes hay malestar porque las últimas crecientes han contaminado los pozos de agua dulce con agua salada, de donde se abastecían para beber. Allí un bidón de agua cuesta USD 2.
Estela Arboleda, una de las habitantes, tiene en su casa un canal, hecho con tubos de PVC, en el cual recoge el agua de la lluvia y almacena en dos tanques. Ese tipo de práctica se observa en toda la comunidad.
En esta época invernal, cuyas precipitaciones han sido fuertes en el norte de la provincia, permiten el abastecimiento, porque no hay de otra manera. “El riesgo de tener agua almacenada son los mosquitos”, dice Carlos Quiñónez, responsable de Gestión de Riesgos del Ayuntamiento.
La población recibió una donación de tanques, cada uno con capacidad para 1 100 litros, y una lancha cisterna donada por Acnur, con el objetivo de que almacenen agua, sobre todo en verano. El líquido es llevado desde San Lorenzo, a una hora y media en lancha.
Alfonso Segura, vicepresidente de la Junta Parroquial de Pampanal de Bolívar, dice que pese a la gestión ante el Municipio no se han concretado los muros y el relleno que necesitan. Tampoco tienen un sistema de agua que mejore la vida de los habitantes.
El subcentro de salud que funciona en la parroquia fue construido por la Embajada de Japón, pero no hay un médico permanente; una auxiliar de enfermería atiende a los pacientes.