Redacción Loja
El sol es intenso sobre el paisaje por donde cruza el río Playas, en el cantón lojano de Paltas. Pocos faiques y algarrobos se resisten a morir a la orilla del afluente, por donde apenas circula agua verdosa.
Por la sequía, el río se convirtió en una suerte de camino para los campesinos que quieren acortar distancia entre sus comunidades. Por allí transita apresurado Vidal Motoche, de 61 años. Él es uno de los 30 moradores de la comunidad Ashimingo, a 30 minutos de Catacocha. Este poblado siente la escasez del agua para riego.
Otras zonas afectadas
Paltas es uno de los cantones más secos de Loja junto a Zapotillo y parte de Celica, Pindal, Puyango, Sozoranga y Macará.
El jueves pasado, se registraron lluvias en Paltas y Celica. Con ellos, los caudales de los ríos mejoraron, pero desde esta semana están afectados otra vez.
En el cantón Paltas, los católicos imploran la presencia de lluvias a la Virgen de la Asunción y del Rosario. Tienen previsto realizar una procesión.“Cada año, el río se seca y disminuyen las posibilidades de sembrar”, cuenta mientras revisa una manguera que lleva agua hasta su domicilio. Este líquido llega desde la quebrada El Guineo, a 1 kilómetro de distancia.
La historia de Motoche no es la única. Los habitantes de Ashimingo, que tienen sus parcelas colindantes con el río Playas, se desesperan cada día más. Por la sequía ni sus bombas sirven para succionar el agua del río. “Ahora, lo que se succiona es arena”, dice Tania Godos, una vecina en la comunidad El Naranjo.
El río recorre unos 10 kilómetros por el valle de Casanga, la zona más extensa y productiva de Paltas. Allí se cultiva maní.
Wilmer Santos, presidente de la Asociación de Productores de Maní, dice que por la falta de agua los campesinos producen menos. Según él, antes cada familia producía 40 quintales de maní al mes y ahora 25. Incluso, su área para el cultivo disminuyó de 4 hectáreas, hace dos años, a 1 en la actualidad.
Las comunidades que dependen del río Playas son: Opoluca, San Antonio, Playas Alto, Playas Bajo, La Merced, Ceibos, Palo Blanco, Mongara, Ashimingo, Naranjo, La Ramada, Langunche, Iguinda Bajo y Las Limas.
En esta zona hay 1 400 familias. “El 75% no puede regar”, explica Santos. Es común ver a lo largo del afluente cómo esas familias se ingenian paredes con piedra y gravilla para empozar al agua y llevar para el riego, con la ayuda de bombas.
Otro problema es la falta de combustible para el funcionamiento de las bombas para extraer el agua. En esta zona fronteriza, la compra de combustible es limitada por el contrabando. Se requieren tres galones para que una bomba funcione un día.