El dilema sobre la verdad y la mentira, sobre quién miente y quién dice la verdad es el desafío social que Rafael Correa ha lanzado a la vida pública del Ecuador.
El tema no es nuevo, pero hay hechos que permiten pensar que, en esta orfandad de instituciones democráticas, el problema de a quién y qué creer está convirtiéndose en gran tema nacional.
Por ejemplo, según Correa, a su ex gobernador de Loja, Nilo Córdova, no hay cómo creerle, porque es un descalificado, cuando dice que él le avisó sobre los negocios de su hermano Fabricio.
No solo eso, Correa aseguró que reproducir su palabra es un acto de corrupción.
Pero hay ocasiones en las que Correa asume que todos debemos creer a determinadas voces, seguramente mucho más calificadas. Solo así se explica que haya pedido a la guerrilla de las FARC que certifiquen si entregaron o no dinero a la campaña y que digan a qué persona entregaron ese dinero para ver si, en efecto, entró o no a las arcas de la revolución ciudadana.
Es así como, ahora, todos esperan la palabra de las FARC para tomar una posición sobre Correa. Es seguramente la ya famosa doctrina de la verdad selectiva, cuya autoría es del propio Correa, la que aquí entra en juego.
Las FARC son, para Correa, mucho más creíbles que la Interpol a quien ya descalificó, por ejemplo. Pero en medio de esto no se sabe qué opinión tiene Correa sobre la palabra del ‘Mono Jojoy’.
Si descalificó a Córdova, ¿por qué no hace lo mismo con el más sanguinario y retorcido miembro de las FARC? Es evidente que aún no se sabe si ese video es falso o verdadero, pero en el caso de que sea verdadero, ¿por qué habríamos de creerle a ‘Jojoy’? Correa no se ha planteado este tema, o lo que es más grave, no se ha atrevido a plantearlo.